Las noches electorales de los 80

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre EL CALLEJÓN DEL VIENTO

AROUSA

Martina Miser

Los resultados ya no se escriben en grandes pliegos de papel, pero empiezan a parecerse a los de entonces

04 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Noche electoral del 28M. Cuánta nostalgia de aquellas elecciones de los 80 y los 90, cuando Carlos Méndez daba mítines hasta en las marquesinas de autobuses. En la Voz, hacíamos un despliegue formidable, buscando siempre los actos más enxebres: Seso Giráldez en un taller de Meis con su oratoria clásica, más bien antigua, mitad Largo Caballero, mitad Manuel Soto, atacando a los millonarios y el público apostillando: «Eso, eso, los ricos, los ricos». Alfonso Guerra en A Illa de Arousa con el cine a reventar y ovacionando cada frase, una por una. El doctor Tourón avisando en Trabanca Badiña, al aire libre y por los altavoces, que no fueran a quejarse a la consulta por haber votado a los socialistas. Romay Beccaría acabando sus mítines, todos ellos, fuera donde fuera, con una frase mítica: «A ver si por cuidar las vacas el domingo, no vais a ir a votar y luego ganan los socialistas y os las quitan».

El día electoral, los de La Voz recorríamos la comarca para palpar el ambiente y acabábamos comiendo en O Grove, en O Lavandeiro. Era un rito y por allí pasaban Mourelos, Galiñanes o Lamelas a comentar anécdotas, hacer pronósticos y relajar la tensión. Al llegar la noche, la sede vilagarciana más animada era la del PSOE porque tenía una sala amplia con una pared inmensa. Allí pegaban unos grandes papeles donde estaban escritos los nombres de todas las mesas de Vilagarcía y de todos los municipios de la comarca. Con rotuladores de punta gruesa, iban apuntando los resultados y se sucedían las ovaciones y los abucheos, dependiendo de los números. Era un buen sitio para recoger datos en aquel tiempo en que no abundaban los ordenadores ni estaba desarrollado Internet.

Es curioso comprobar cómo han cambiado las cosas. En aquellas noches electorales de hace 30-40 años, las primeras mesas que se cerraban eran las del rural y en ellas, el PSOE solía ganar a Alianza Popular, primero, y al Partido Popular, después. Pero todo el mundo sabía que esos resultados eran un espejismo y había que aguardar a que llegaran los votos del centro de la ciudad, donde la derecha arrasaba y la izquierda sufría. En cuanto a los municipios, salvo Vilanova de Arousa y Catoira, donde ganaba el PSOE, el resto era una aplastante victoria del PP con el matiz de O Grove, que podía salir por peteneras.

En Vilanova, salía alcalde socialista, fuera Sito Vázquez, fuera Manolo Dios, porque A Illa no era concello independiente y votaba conjuntamente con el Continente. Lo de Catoira era otro mundo con aquellas disputas de todos contra Moreira Matalobos y luego el reinado de cerca de 40 años de Alberto García.

Llama la atención cómo han cambiado las cosas. Será interesante leer libros de historia y análisis sociológicos que expliquen por qué, el domingo pasado, los socialistas temblaban al llegar los resultados del rural y respiraban al comprobar que los votos del centro de la ciudad los ayudaban a salvar los muebles. Y en la comarca sucede algo parecido: en aquellos años, nadie hubiera imaginado que el PSOE pudiera ganar en Meis. O el caso de Cambados, tantos años la joya del BNG, que ahora va a ser Catoira.

En esos tiempos, las votaciones en Galicia, ya fueran municipales, generales o autonómicas, favorecían siempre a la derecha y el consuelo que tenían en la sede del PSOE era esperar a después de la medianoche, cuando, resignados tras las victorias de Rivera Mallo, Fernández Albor o Manuel Fraga, se iban del salón de las municipales al bar de la Casa do Pobo, donde en la tele se recogían los grandes triunfos de la izquierda en Andalucía y Extremadura. Pero también en eso han cambiado las tornas.

Resulta que, ahora, en las sedes de los partidos de izquierdas de media España, atienden a la tele buscando consuelo en los resultados de Galicia. Es aquí donde aún conservan ayuntamientos importantes y algunas diputaciones, mientras que en Extremadura y Andalucía el color azul llena los mapas regionales, simbolizando así un cambio de ciclo que nadie hubiera imaginado hace 30 o 40 años, cuando la izquierda se lamentaba de que Galicia era la gran región conservadora de España y ahora resulta que es la única región donde Vox prácticamente no existe salvo ese concejal anecdótico de Avión.

Para entender lo de Vox, hay que fijarse en los vecinos con quienes nos cruzamos por la calle en Vilagarcía. Aquí, los partidarios de la derecha siempre han sido gente muy normal, no se les distingue a la legua por sus patillas cayetanas ni su atuendo cortijero, no han convertido lo taurino en una pasión que justifica su existencia ni entienden que el colmo de la felicidad sea asistir a una montería. En Vilagarcía y en O Salnés, en general, no somos capaces de distinguir por su atuendo, estilo o aficiones a los partidarios del PP de los partidarios del PSOE. Y ser de Vox aquí resulta demasiado estrafalario.

El 28M, ya no había grandes pliegos escritos a mano en las sedes de los partidos, sino grandes pizarras electrónicas conectadas a ordenadores. Pero los resultados en Vilagarcía vuelven a ser los de antes con un PP ganador y el PSOE necesitando pactar. Veremos qué pasa el 23J.