Tener una gamela no es de derechas

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

El 61% de los españoles cree en una división dogmática que no triunfa en Vilagarcía

04 abr 2022 . Actualizado a las 18:03 h.

Un estudio reciente apunta que el 20% de los españoles cree que no existen divisiones fundamentales entre nosotros, un 19% ni sabe ni contesta y el 61% restante tiene muy claro que estamos muy divididos: unos somos de izquierdas, otros somos de derechas, esa división la aplicamos a todos los ámbitos de la vida y, además, lo hacemos de manera dogmática: si somos de izquierdas, rechazamos todo lo que consideramos de derechas y viceversa.

Esta situación anímica provoca pugnas encarnizadas por algunos símbolos. Porque en España, si la derecha consigue convertir la caza en una actividad propia de su ideología, la izquierda, inmediatamente, la rechaza. Sucede algo semejante con la ecología, que parece ser un concepto y casi un apostolado izquierdista que empuja a la derecha a mirar a los ecologistas con aprensión y a la extrema derecha al extremo de negar el cambio climático.

Hemos llegado a puntos tan ridículos como considerar la vacuna contra el covid o el confinamiento por la pandemia como algo de izquierdas o, más matizadamente, de centro izquierda, lo que ha llevado a la extrema derecha a oponerse a la vacuna. Y ahí está el caso de la selección española, que, al principio de la transición, como sucedía con todo el fútbol, se entendía como el opio del pueblo, una cosa franquista, hasta el punto de que los estadios perdieron público y los equipos, socios. Luego hubo una reacción de la izquierda, que con eso de llamar a la selección La Roja pareció congraciarse con el equipo y la cosa parece haber acabado en tablas, con el fútbol como un deporte transversal y centrista.

Hay que reconocer que todo esto se vive con más intensidad en Madrid, donde los periódicos se apuntan a estos belicismos insensatos y los hooligans los siguen con pasión.

En clave gallega

En Galicia, la verdad, todo es más comedido, tanto que aquí casi no existe Vox y, bueno, existe esa división izquierda-derecha, pero de aquella manera, depende, en fin… De hecho, el reto de Feijoo es trasladar su equilibrio comedido galaico al fragor de las trincheras madrileñas sin perder por ello su estilo y su manera de entender la política. Todo un reto.

Así que el cine y el teatro serían de izquierdas y los toros y la caza serían de derechas. ¿Y la pesca, dónde colocamos la pesca? En Vilagarcía, cazadores hay pocos, y toreros, ninguno, que se sepa. Pero los pescadores abundan y ese deporte o entretenimiento no parece tener adscripción política. Será por eso que, en Vilagarcía, lo de la izquierda y la derecha dogmáticas que desprecian lo que ensalza el contrario no acaba de triunfar ni de caracterizarnos. Los pueblos de pescadores son pacientes, escépticos, comedidos y esto de las trincheras tiene difícil acomodo en ellos.

Es como lo de los barcos y los caballos. Siguiendo la división tradicional y haciendo caso de los tópicos, tener un barco, aunque sea humilde, o un caballo, es cosa de potentados derechistas. Pero eso es una equivocación. En el instituto de Vilaxoán, donde impartí clase hasta el año 2001, mis alumnos y sus padres tenían una gamela para pescar o para recreo. Y a mi anterior destino, el instituto de Fontecarmoa, llegaban cada día en la motora los alumnos de A Illa, que me contaban cómo navegaban en las dornas los fines de semana. Dornas, gamelas, barcos y voto a la izquierda. En Arousa, tener un barco es normal y tampoco ahí funciona el dogma.

Los caballos en Extremadura

Algo parecido me sucedió cuando me trasladé a Extremadura. Empecé a dar clase en un instituto de un pueblo en el que había un caballo por cada cinco habitantes y en el que gobernaba la izquierda por mayoría absoluta. El caballo, allí, era como los barcos aquí. De nuevo los tópicos puestos en solfa y la sensación de que esto de las trincheras como impulso vital es más bien cosa de latitudes madrileñas.

Llega la Semana Santa

Dentro de una semana, empiezan las procesiones y entramos en Semana Santa. Esta festividad, importantísima en muchas ciudades y comarcas, no es, en cambio, tan trascendental en Arousa. Sin embargo, la pregunta cae por sí sola: ¿las procesiones son de izquierdas o de derechas? En este campo tan santo y tan popular, la izquierda, aunque la apariencia del fenómeno parezca claramente conservadora, lucha por no perder pie y hay un movimiento por destacar la cara laica, cultural y tradicional de las procesiones más allá de la ideología. No lo tiene fácil la izquierda en el resto de España ante un festejo lleno de legionarios, himnos nacionales y militares y resonancias tridentinas. Pero se esfuerza.

Una cuestión superada

En Vilagarcía, sin embargo, esa cuestión está superada. Nuestra procesión por antonomasia es la de San Roque y ahí no existe división ideológica ni enfrentamientos izquierda-derecha. En el desfile religioso de la víspera, la ciudadanía acude a ver la procesión, desfila u observa con recogimiento en una manifestación popular y transversal. Y en cuanto a los himnos y las marchas, no hay militarismo ni nacionalismo de ningún tipo entreverado con los sentimientos.

Y al día siguiente, la procesión más laica que uno imaginarse pueda, una devoción al santo que no sabe de colores y el pasodoble Triunfo como estandarte musical. Lo de la división dogmática izquierda-derecha tiene mal acomodo en Vilagarcía.