Esto de los alcaldes es cuestión de suerte. Te toca un Gabino de Lorenzo en Oviedo, un Paco Vázquez en A Coruña, un Lores en Pontevedra o un Xerardo Estévez en Santiago y te pegan un cambio a la ciudad que pide a gritos el calificativo de histórico. En ese punto, José Luis Rivera Mallo, sobre todo en su primer mandato (1983-87 con el apoyo de Gago Lorenzo), Javier Gago y Alberto Varela hicieron que los vilagarcianos nos sintiéramos orgullosos de la ciudad en la que vivíamos o en la que ahora pasamos temporadas.
Desde la humildad resistente de Aralde y recuperando el espíritu de José Luis Rivera Mallo, un hombre con un olfato finísimo para entender las aspiraciones de los vilagarcianos, el PP comenzará su recuperación al igual que el PSOE resucitó a partir de Guillán o de A Torre y del orgullo de aquellos líderes que refundaron el partido en Vilagarcía tras la muerte de Franco: Seso Giráldez, Celso Callón y José Luis Meléndez sacando brillo a la insignia del puño y la rosa y paseando orgullosos después de cada derrota por A Baldosa y por el mercado, proclamando su mensaje: «Perdemos, pero resistimos».