Jugar en libertad

Roberto Antón

AROUSA

04 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace un tiempo asistí a una conferencia del pedagogo Francesco Tonucci en la que surgió un debate que me hizo reflexionar sobre los espacios de ocio para la infancia. El docente italiano señalaba que los niños debían disfrutar de los espacios públicos, y que los adultos debíamos propiciar el juego manteniendo distancia y libertad a los más pequeños. Recuerdo que planteaba la idea de que los bancos que rodeaban los parques infantiles deberían estar a espaldas de los mismos, de modo que los adultos no pudiesen controlar lo que hacían los pequeños.

No soy nada partidario de aquellos tópicos recurrentes sobre nuestra infancia, ni creo que cualquier tiempo pasado haya sido mejor, pero he de reconocer que las generaciones actuales han perdido la oportunidad de jugar solos en la calle. Recuerdo tardes eternas jugando libres por los alrededores del lugar donde vivíamos, sin más supervisión que la llamada de nuestra madre cuando tocaba merendar.

Mis hijos han disfrutado también de espacios al aire libre, pero de otro modo. Siempre acompañados y supervisados por adultos. Generalmente, acabábamos resolviendo los problemas que pudiesen suceder, vigilábamos sus movimientos y no dejábamos espacio al ensayo ? error, coartando sus descubrimientos y en definitiva su libertad. Si les hubiese dado a elegir a mis hijos entre una u otra forma de jugar, sin lugar a dudas, habrían escogido aquella abierta y sin vigilancia. Eso me hace reflexionar acerca de que los padres invadimos espacios necesarios para la infancia, priorizando nuestra tranquilidad sobre su necesidad de experimentación.