El infierno, nada más abrir la puerta

r.e. VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

Un edificio de Vilagarcía se ha convertido en una auténtica ruina debido a un grupo de vecinos que rompen luces y buzones y llenan las zonas comunes de desperdicios

26 mar 2018 . Actualizado a las 11:39 h.

La casa huele a ropa recién planchada. Es un piso bonito: un ático con terraza en el que la luz entra a raudales, bañando las fotos que adornan el salón. Sin embargo, en las ordenadas habitaciones de esta vivienda hay elementos discordantes. Dos tablones duermen junto a la puerta de entrada. Y tapando las rendijas de las ventanas que dan a los patios interiores ha colocado trapos. Pretenden frenar el olor que en ocasiones reina en las zonas comunes, donde no es raro ver manchas de orín, excrementos de perro, o chorretones oscuros, de procedencia desconocida, que algún día se escurrieron por las paredes. Y allí siguen.

Estamos en uno de los edificios del barrio que los vilagarcianos han bautizado, popularmente, como el Bronx. El inmueble tiene poco más de quince años de historia, pero la mala vida que le ha dado un grupo de inquilinos hace que haya envejecido lo indecible. «Peleamos mucho para que nos concediesen este piso, que es de promoción pública. Cuando nos lo dieron nos pusimos muy contentos, pero fue una mala inversión, la peor que podíamos hacer. Lo pienso cada mes, cuando pago la hipoteca», relata una de las residentes en el inmueble.

«Vivo en un infierno», afirma rotunda. Viene de presentar una queja en el Concello de Vilagarcía «para que manden a alguien a ver la situación en la que está este edificio, porque esto es completamente insalubre». Está convencida de que una afección de piel que la trae por la calle de la amargura tiene que ver con el ambiente que se respira en los pasillos del inmueble, y que se hace más asfixiante a medida que se bajan pisos. Tanto es así, que se resiste a tocar cualquier cosa: hasta para empujar las puertas o apretar el botón del ascensor se protege con un pañuelo que lleva permanentemente en las manos. No es la única. Uno de sus vecinos reconoce que intenta no tocar nada, y que no lo toquen los suyos.

La suciedad es un problema. Pero no es el único. Tal vez ni siquiera sea el más grave. El edificio está abonado a los destrozos constantes. En el portal no hay cerradura: la puerta permanece abierta a todas horas después de que alguien la reventase. Las luces de las zonas comunes han sido desmanteladas, y donde debería haber bombillas aparece, demasiadas veces, un manojo de cables al aire. Los propietarios han tenido que arreglar tantas veces el buzón que hay quien ha optado por dejarlo por imposible. «Ahora tengo un apartado en la oficina de Correos. Pago 79 euros por él», cuentan. El garaje es otro territorio inhóspito: el portal de acceso permanece abierto a todas horas porque «durante la Festa da Agua [se celebra en el mes de agosto] lo rompieron y así quedó y así quedará. Yo tengo plazas de garaje que querría vender, pero ¿quién las va a querer en estas condiciones?».

«Esto es lo peor. Yo, si tuviese ocasión de irme a vivir a otro lado, me iría sin mirar atrás. Dejaría los muebles y todo», cuenta uno de los residentes en el inmueble. Y es que, desde hace años, «no traigo a nadie a casa. Me da vergüenza. ¿No es triste tener que vivir así». A su juicio, la Xunta, que fue quien promovió la construcción del edificio y adjudicó las viviendas, debería tomar cartas en asuntos como este. «A las personas que no saben vivir en comunidad deberían quitarle el piso y dárselo a otra gente, con la cantidad de necesidad que hay».

Suciedad, vandalismo y noches de insomnio. El ir y venir de gente hacia determinados pisos es constante. «Me cruzo con un montón de personas a las que no conozco de nada. Y lo que hago es pasar, ignorarlos. No me queda otra». Los gritos, los golpes sospechosos a horas intempestivas son cotidianos. «Los vecinos conflictivos son muy pocos», comenta un policía que conoce bien el caso. Pero son los suficientes para convertir en un infierno la vida de quienes fueron empujados por la fortuna a este edificio.