El fuego se cobra 100 hectáreas en Xiabre

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Un incendio calcado al de hace diez años cerca Castroagudín, obliga a desalojar viviendas y a evacuar a dos personas intoxicadas para amenazar las empresas de O Pousadoiro al caer la noche

09 ago 2016 . Actualizado a las 17:29 h.

Con la perversa exactitud de las cosas que nunca deberían suceder de nuevo pero acaban repitiéndose. Así se abatió ayer sobre el Xiabre un incendio intolerablemente parecido al que asoló los montes de Vilagarcía hace diez años. Las cicatrices de aquel 6 de agosto del 2006 que inauguró dos jornadas de fuego devastador todavía agarrotan los bosques que rodean la capital arousana. Demasiado castigo en tan poco tiempo. De inocentes y atontados está empedrado el camino hacia el desierto. Eran las cuatro menos diez de la tarde cuando una columna de humo se levantó desde Saiar. Con el viento soplando del Nordés, no era difícil pronosticar lo que iba a ocurrir. Poco después, en efecto, las llamas saltaban a Cea y Castroagudín. Seis horas más tarde, cuando el sol se ocultó y los dos hidroaviones que trataban de frenar su avance se retiraron, la destrucción se había abatido ya sobre cien hectáreas, en su mayoría arboladas.

Todo fue demasiado igual, demasiado idéntico para atribuírselo al azar. Un chaval de Castroagudín -fueron muchos quienes de nuevo se echaron a las pistas, ramallo en mano, para combatir las llamas- sonríe al escuchar cómo alguien lanza la hipótesis de una limpieza y de las cadenas de un tractor tratando de desmenuzar los rastrojos, provocando una chispa. Un vecino de la aldea que peina ya muchas canas le pone palabras al rostro incrédulo de su joven compañero: «Isto empezou no campo de fútbol de Saiar pero tivo varios focos, prepárano ben nun lado e dálles tempo a chegar a outro antes de que estean aló as brigadas». Aquí, tontos, los justos. El humo se ha adueñado de las ruelas. La mayoría de sus habitantes se concentran en la plaza de la fuente. Allí están también el alcalde, Alberto Varela, y los concejales Miro Serén, Paola María, Lino Mouriño y Tania García. Una señora reclama más limpieza en las cunetas. Lleva razón, pero esto es distinto. «Eu veño de Castro Caldelas, aló, como na Lama, o monte está moi mal, pero aquí é unha verdadeira mágoa, o lume está queimando uns piñeiros moi ben prantados, limpos», se extraña un brigadista muy cerca del lugar donde la asociación de caza cría los conejos que luego liberará en el monte. Si el humo no ha acabado con ellos, es muy probable que el calor sí lo haga.

Las parras arden y el fuego amenaza una vivienda en Aldea de Arriba. No está habitada pero sí le resulta útil a sus propietarios para guardar herramientas. Un grupo de gente se agolpa allí con una manguera. Llega un vehículo del servicio municipal de Emerxencias e Protección Civil. Los hidroaviones hacen sus pasadas, los diez helicópteros sobrevuelan los tejados. La escena recuerda a Pontecesures, también diez años atrás, cuando las llamas devoraban los campos de maíz y el ambiente se teñía de un extraño aire cinematográfico, como de Vietnam bombardeado.

Varias viviendas, las más expuestas, han sido desalojadas. Dolores y José Manuel viven un poco más abajo. No han querido irse. «De momento non, estou mal, teño que operarme e mentres non sexa preciso prefiro quedar», dice ella. Su marido confirma que varias de sus viñas han ardido de arriba a abajo. «Que lle queres, outra vez, non paga a pena facer nada, isto acabará despoboado, un desastre». Al menos dos personas tienen que ser evacuadas por el 061 tras exponerse en exceso al humo. Una de ellas, a bordo de un helicóptero.

La antigua Lantero en peligro

El viento cambia de dirección y el frente avanza ahora hacia O Pousadoiro. Sobre las ocho, el turno de tarde de DS Smith deja el trabajo. Las naves del polígono empresarial también son evacuadas. El fuego lame las instalaciones de la cartonera antes llamada Lantero. Las policías local y nacional colaboran con Tráfico para clausurar el acceso de Vilagarcía a la autopista. Pero el incendio salta la carretera y se va a por Rubiáns. Catorce brigadas, seis motobombas, una pala, Bombeiros do Salnés... Esta noche nadie va a dormir aquí arriba. Muchos tampoco lo harán allá abajo. Varela se pregunta si ha llegado el momento de tomarse en serio la prevención. Las mismas preguntas, diez años después, las mismas soluciones. Es decir, ninguna.