Que la variante norte de Vilagarcía, concebida sin conexiones con el centro de la ciudad, constituye un semifallo es algo que reconocen incluso los técnicos de Eptisa. No por casualidad, la firma que redacta la revisión del PXOM apunta a la necesidad de abrir nuevos enlaces con la circunvalación como uno de los elementos a impulsar para solucionar los problemas de movilidad que padece la capital arousana. Este error hace virtualmente imposible que el flujo de camiones que se acaba de establecer entre A Torre y O Pousadoiro, a cuenta de las obras postreras del ferrocarril, se encauce por otra vía que no sea la avenida Juan Carlos I.
No sucede lo mismo con la caravana de vehículos pesados que se encargan de retirar de O Ramal la cordillera de escombros que ha ido creciendo sobre el muelle durante los dos últimos años. Comsa, la empresa que ejecutó la ampliación del ferrocarril portuario, origen de tanto y tan voluminoso cascajo, ha atendido al fin los insistentes requerimientos del Concello, vía Autoridad Portuaria, para que limpiase el vergonzante espectáculo. Y lo ha hecho de manera fulgurante. Lo que no se explica es por qué los camiones que transportan el material no emplean la circunvalación sur en su cometido.
Si se encaminasen a la variante para alcanzar la arenera de O Pousadoiro, en la que están vertiendo los escombros, los vehículos tendrían que cubrir un recorrido de once kilómetros. Cruzar Juan Carlos I y remontar desde allí la carretera hacia el depósito les exige solo cinco. Pero hay dos factores que alguien debería tener en cuenta. Primero, esa circunvalación, en la que el erario público invirtió 54 millones de euros, se hizo, expresamente, para el tráfico portuario. Y al fin y al cabo la escombrera es producto de la actividad del Puerto. Segundo, nadie está cuantificando el maltrato que sufre el asfalto de la avenida. Razones en las que Fomento debería ir pensando.