El amianto sigue presente en muchos colegios de la comarca

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

Los alumnos conviven con un material cancerígeno que debe sustituirse

16 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En realidad, los alumnos de San Miguel de Deiro tuvieron suerte cuando los temporales se llevaron consigo el tejado de su colegio. Porque hubo que reponerlo de inmediato y la Consellería de Educación aprovechó para hacer lo que está haciendo en la mayoría de los edificios educativos que todavía tienen teja y uralita en la cubierta: sustituirla por otra tipo sandwich exenta de un material que antes se utilizaba muy a menudo y que ya está prohibido en la construcción, el amianto.

Está demostrado que el amianto, llamado también asbesto, es perjudicial para la salud, ya que produce, entre otras enfermedades, fibrosis pulmonar y pleural o cáncer de pulmón. Por eso desde el 2001 se limitó su uso, pero la mayor parte de los edificios construidos antes de 1995 lo mantienen porque se trata de un buen aislante que se usaba en las cubiertas de los edificios, en los sistemas de calefacción o como protector contra incendios y humedad. Desde que las patologías producidas por su manipulación fueron reconocidas como enfermedades profesionales, se procedió a la progresiva eliminación de las placas de uralita -placas de fibrocemento que contienen microfibras de amianto-, pero su sustitución por otro elemento inocuo queda a voluntad de los propietarios del inmueble, la comunidad de vecinos o los ayuntamientos, si se trata de un edificio público.

La mayoría de la uralita que sigue presente en inmuebles de titularidad municipal está en los colegios que tienen más de treinta años, y en la comarca todavía hay unos cuantos. Por eso tuvieron suerte los alumnos de San Miguel de Deiro, que el mes pasado se libraron del amianto. No ocurrió lo mismo con los de A Torre de A Illa, donde también por culpa de los temporales, quedó a la luz la uralita del pabellón donde reciben clase los alumnos de quinto de Primaria, que tendrán que seguir conviviendo con este material hasta que Educación lleve a cabo obras de mejora en el centro. Y tendrán que ponerse a la cola, porque también está a la espera el colegio de Carril, en Vilagarcía, o el Julio Camba, en Vilanova.

Hay que aclarar que la presencia del amianto no supone un peligro; el riesgo está en su manipulación. Por eso son los obreros que se encargan de su sustitución los que tienen que adoptar unas medidas de seguridad extremas que tratan de evitar lo que ocurrió en Ferrol, que es la ciudad con mayor número de afectados de Europa por culpa del naval.

La primera demostración de cómo se debe trabajar con el amianto, si no se quiere formar parte de esas 40.000 personas que se supone que morirán en España por esta enfermedad en los próximos treinta años, se llevó a cabo en la comarca en el año 2007 en Vilagarcía, en las obras de reparación de un edificio en la calle Ramón y Cajal. La Xunta obliga a las empresas que trabajan con este material a apuntarse en un registro y cumplir con un protocolo que exige el uso de trajes y gafas especiales, fundas sin costuras, sistemas de aspiración del aire y hasta cámaras de descontaminación. Se trata de evitar cualquier contacto con un polvillo altamente peligroso, ya que se tiene dado incluso el caso de enfermos pasivos, como algunas mujeres de trabajadores del naval de Ferrol que se contaminaron solo por lavar la ropa de sus maridos.

De ahí que el derribo de algunos edificios antiguos se complique por el celo que hay que tener con el amianto. Ocurrió con la antigua nave de Charpo en Vilanova, la plaza de abastos de A Illa o, esta semana, un elevado edificio en el centro de Vilagarcía.