Vilagarcía fue una de las trece poblaciones gallegas más afectadas por la ciclogénesis
05 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Todos los avisos habían sido cursados. Las emisoras y los informes oficiales señalaban las tres de la tarde como el momento en que Petra se desataría sobre la costa gallega con toda su furia. Por lo que respecta a la comarca de Arousa, la enésima ciclogénesis de este invierno sin final conocido tomó sus propias decisiones y apostó por anticiparse ayer a las previsiones. Faltaban todavía unos minutos para las dos cuando el viento comenzó a azotar las poblaciones de la orilla sur de la ría. Vilagarcía, según el balance hecho público por el 112, fue una de las trece localidades de Galicia que registró un mayor número de incidencias. Mala cifra para un mal tiempo crónico que provocó un reguero de problemas.
La salida de los colegios fue el momento crítico de una jornada harto complicada. En la zona de Matosinhos se concentran dos centros, A Lomba y Arealonga, además de la guardería municipal. Las persistentes inundaciones y el viento convirtieron la recogida de los chavales en un auténtico día de paraguas rotos. La escena de padres y niños a la carrera y coches amontonados en dobles filas se repitió en todo O Salnés. Pero ganó especial dramatismo en el colegio Filipense de Vilagarcía. El muro inmediato a su acceso posterior, el que se abre a la avenida del Puerto, se vino abajo. Hubo suerte porque, pese a ser un lugar que propicia el aparcamiento, y por tanto es frecuentado por los padres, en aquel instante no había nadie que pudiese ser golpeado por las macizas piezas de granito, que alcanzaron la carretera en su caída.
El Santa Mariña, desbordado
Todos y cada uno de los escenarios de inundación habitual se repitieron ayer en la capital arousana. Desde el barrio de A Lomba, donde el río de Santa Mariña abandonó de nuevo su cauce aislando a más de una vivienda, a la calle Rey Daviña, la antigua Rúa do Río, cuyos establecimientos comerciales volvieron a ver cómo el agua se adentraba en su interior. La imagen de los comerciantes empuñando escobas, cepillos y fregonas no por común pierde su gravedad. Claro que el dantesco espectáculo se extendió, esta vez, a la avenida de A Mariña, convertida por tramos en una piscina descomunal, al área de O Ramal, Rosalía de Castro, con acumulaciones que los vehículos debían surcar sin alternativa en lugares como la antigua fábrica de Lantero o el cruce que conduce al instituto de Carril, entre otras zonas.
Por lo que respecta a Cambados, los vecinos pudieron comprobar alarmados cómo el cartel del supermercado Dia, en Corbillón, de notables dimensiones, era arrastrado por el viento hasta amenazar con desplomarse sobre la vivienda colindante. Los bomberos consiguieron asegurarlo para que la empresa, finalmente, pudiese desmontarlo.
En Vilanova, directamente, voló una parte del tejado del centro público Viñagrande, de San Miguel de Deiro, donde hoy no habrá clases. En As Patiñas cayeron varias planchas sobre el cableado telefónico.
Los cortes de luz se convirtieron en un problema recurrente que afectó a Castrelo, en Cambados, pero sobre todo al Baixo Ulla. La caída de árboles rompió el tendido eléctrico en Valga mientras que en Pontecesures un ejemplar de veinte metros de altura se precipitó sobre la N-550 cortando el tráfico.
El temporal se desató con toda su furia a la hora en que los niños salían del colegio
Información elaborada con las aportaciones de Susana Luaña, Rosa Estévez, Bea Costa y Maruxa Alfonso