«Por favor, quiero poder ponerle los zapatos a mi hija»

AROUSA

El arousano y sus compañeros trataron a niños de todas las edades
El arousano y sus compañeros trataron a niños de todas las edades

Un podólogo vilagarciano viajó a El Salvador para operar a niños

25 oct 2013 . Actualizado a las 11:58 h.

Por cuarto año consecutivo el vilagarciano Patricio Serqueira se desplazó en septiembre a El Salvador para participar en una iniciativa muy especial que pone en marcha la ONG Healing the children. El podólogo vilagarciano y una veintena más de colegas, solo tres españoles, se desplazan al país americano con una única misión: operar durante nueve días a cuantos más niños mejor para intentar paliar una dolencia que en España sería rápidamente corregida pero que allí supone prácticamente la condena a la marginación a quien la sufre.

Alrededor de uno de cada mil niños que nacen en el mundo lo hacen con el pie equino varo, una malformación por la que la extremidad se encuentra torcida o invertida hacia abajo. Las razones pueden ser genéticas, por un problema durante la gestación (el feto no tiene el suficiente sitio para rotar y de ahí surge el problema) o por malnutrición. En todo caso, una enfermedad que aquí sí requiere tratamiento pero no tiene por qué dejar más incidencias que las hospitalarias y que en los países del tercer mundo es mucho más grave.

Patricio y sus compañeros de equipo realizaron alrededor de cuarenta intervenciones quirúrgicas. Las más sencillas, de alrededor de cuarenta minutos cada una, pero las complicadas se alargaron hasta tres horas. Cada día era muy parecido al anterior: levantarse temprano, subirse al autobús en el que viajaban, escoltados por militares hasta el hospital, y ponerse a operar.

La única variación del guion fue el primer día. Fue ese el momento de las valoraciones. Los habitantes de la zona ya saben perfectamente que llegan «los americanos» como ellos les llaman para realizar las distintas intervenciones y este año se presentaron hasta 120 personas en las instalaciones sanitarias. Y no solo niños, los únicos candidatos a ser operados, sino incluso adultos. Llega entonces el mal trago de decir que no. El peor momento, según cuenta el propio Patricio: «Vino una madre con una niña con parálisis cerebral. La traía en su silla de ruedas y nos dijo ?Por favor, quiero poder ponerle los zapatos a mi hija? y tuvimos que decirle que no, que no podíamos intervenirla porque su hija no iba a andar nunca.» Es el problema del tiempo. Con apenas una semana de margen toca tomar decisiones duras. Serqueira, que dice este año vieron más problemas de ese estilo que nunca, asegura que la primera vez que toca decir algo así es la más difícil. Y la que nunca se olvida.

El agradecimiento que aquella gente tiene hacia los americanos no se puede expresar con palabras. Pero sí que hay gestos, acciones, esfuerzos que dan una idea. Lo vuelve a contar Patricio: «El último día apareció la madre de un niño que operamos hace dos años. Nos regaló una pulsera a cada uno. Quizás valía un dólar cada una, pero para ella las treinta suponían el salario de un mes. O más. Y cuando le dijimos que muchas gracias, pero que no hacía falta, nos dijo que no imaginábamos lo que habíamos hecho por su hijo. Que ahora su niño podía jugar con sus amigos, que podía bailar, que le habíamos arreglado la vida».

En contacto

Patricio procura seguir en contacto con sus pacientes ya de vuelta en Vilagarcía. No es tarea fácil pero las redes sociales se han convertido en la solución perfecta. Él facilita su cuenta de Facebook a los familiares y, de esta forma, puede seguir de cerca su evolución. Para empezar, lo que sucede en el posoperatorio, fundamental para que no se produzca alguna infección que podría ser falta para la extremidad. Y, en realidad, para tener casi un consultorio a distancia porque a la mayoría de ellos, de una condición social muy baja, no les suelen hacer mucho caso en los hospitales.