Poyán y su «I have a dream»

Manuel Villaronga

AROUSA

29 sep 2013 . Actualizado a las 06:58 h.

M ucho antes de que Martin Luther King pronunciase su célebre «I have a dream» y de que Artur Mas hiciera lo propio, ya un vilagarciano (siempre nos gustó ir por delante) había anunciado públicamente que él también había tenido un sueño: Daniel Poyán. Y esta su visión: un palacio real en la isla de Cortegada. Ahora bien, el-dream-de-Poyán tenía truco. En realidad, la donación de isla no fue más que la traca final de una operación que se había fraguado más de veinte años atrás, cuando quienes representaban el poder y la influencia en Galicia quisieron atraer a los reyes hacia el Noroeste, justo en un momento en que se debatía la necesidad de que España y su Corona contaran con una estación balnearia al estilo de Vichy o Baden-Baden.

De esa operación nacieron los viajes de Alfonso XII en 1881 y 1884 a la ría de Arousa. De ahí, también, la oferta de un terreno por el entonces alcalde de Carril, Salvador Buhigas, o la hipotética compra del pazo de Vistalegre para servir a tal fin. Ninguna opción cuajó, y además el rey murió en 1885, por cierto justo un día después de que lo hiciera el alcalde Ravella. Pero la operación continuó: en 1900, la reina regente y Alfonso XIII visitaron Vilagarcía. Dos años después se les quiso ofrecer unos terrenos en Ferrazo, a escasa distancia de la casa de los duques de Terranova, que tan bien conocían. Don Alfonso era menor de edad, así que hubo que esperar. Mientras, buena parte de aquellos políticos, aristócratas y empresarios, incluido Poyán, pusieron en marcha el gran balneario de A Toxa, que sería el complemento de Cortegada, en cuya donación estuvieron igualmente implicados.

A partir de ahí, la operación palacio real (que incluía, ya puestos, otro para los reyes de Inglaterra) se convirtió en una monumental operación urbanística (que implicaba la ocupación y urbanización de la costa, desde Carril a A Comboa) y política (que pasaba por el relevo generacional de los políticos locales). La donación de la isla fue una fenomenal chapuza, pero tuvo una virtud: sirvió de detonante de la unión de Carril, Vilagarcía y Vilaxoán.