Fervor por los callos a 40 grados

S. González / A. Garrido VILAGARCÍA / AROUSA

AROUSA

Carmen Cochón, a la izquierda, cocina desde hace 12 años los callos y da ejemplo reservando siempre una mesa para familia y amigos.
Carmen Cochón, a la izquierda, cocina desde hace 12 años los callos y da ejemplo reservando siempre una mesa para familia y amigos. d. s.< / span>

El municipio arousano despacha cuatro mil contundentes raciones en plena canícula

08 jul 2013 . Actualizado a las 13:46 h.

Son las dos y diez de la tarde. Las dos en Mosteiro, tal y como proclaman las campanadas del reloj de la oficina de NCG Banco que resuenan en la capital del municipio de Meis. En realidad, nadie les hace demasiado caso. Remontando una pequeña cuesta, a un par de centenares de metros, funciona un verdadero centro de atención, capaz de doblegar la más férrea de las voluntades. Ahí, a un paso, en el Campo da Feira, se celebra la vigesimotercera edición de la Festa dos Callos. Como una suerte de totémica advertencia, un termómetro callejero anuncia al pie del ascenso la temperatura reinante: 36 grados centígrados que prometen seguir escalando posiciones. Un grupo de valientes se encaminan hacia el pantagruélico banquete. No habrá más oportunidad para el arrepentimiento. Nuestros muchachos, tipos y tipas jóvenes, en aparente buena forma, no se dejan amilanar por la amenaza cierta de una tórrida combustión interna en plena oleada de calor y continúan hasta la caseta en la que se adquieren los tiques. Aquí estamos, en Mosteiro, camino de los 40... grados. Si esto no es fervor por los callos, que baje San Bieito, el protector al que se ofrece tan rotundo sacrificio culinario, y lo vea.

Siete euros por ración dan derecho a un cuenco de barro, una taza de vino y un buen pedazo de pan. Si el asunto va de celebración con mayúsculas, la reserva para catorce comensales sale por 125 euros. «A estas horas normalmente xa iriamos pola segunda rolada de xente, pero este ano vai demasiada calor e aínda temos unha das dúas carpas medio valeira», explica un organizador curtido. «O que si hai é moito persoal que vén coa pota para levar os callos á casa», añade el hombre, señalando un mostrador en el que los romeros de la tripa, la pata y el chorizo agarbanzados guardan cola, puchero en mano. Con eso y con todo, no faltan figuras de todas las edades que atienden la recomendación del dúo que ameniza con estruendo la sesión vermú y se atan los machos estilo ranchera para abordar sus raciones. Conversaciones, pocas. Lo que hay entre manos es demasiado importante como para perder el resuello en palabrería.

Complemento a base de pulpo

Respetables vecinos sudan tinta china en bancos y mesas corridos. El plato tiene de todo en cantidad suficiente para vencer el primer objetivo de cualquier parranda gastronómica del país: la rendición del apetito. Una mujer detiene su cuchara a medio camino para trazar grandes meneos de abanico con la mano izquierda mientras la derecha enjuga las gotas de sudor que anegan su frente con una servilleta de papel. Otra se atreve a completar el menú con pulpo. El mejor aliado, el benjamín de Barrantes de rigor, fresco, suave y manchón. La misión, sin él, resultaría imposible. Carmen Cochón Garrido ha cocinado todo esto, 6.000 raciones, en el pabellón de Mosteiro. Desde las 5 de la tarde del sábado a las 12 del mediodía del domingo. Lleva 12 años haciéndolo, siempre con una mesa de veinte amigos como catadores. «¿O segredo? Limpeza, cariño»... Y su forma de dar ejemplo, que derriba cualquier reticencia. «Que non se diga, veña outra, xefe, e que sexa o que San Bieito dispoña».