Cuando veinte años sí son mucho para rastrear el origen del dinero

La Voz

AROUSA

08 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

En el juicio que sentó a Falcón, a sus 73 años, en el banquillo de acusados, se reconocieron las dilaciones indebidas de un proceso que arrastraba veinte años de retraso. Además, la defensa de los acusados habló de que los supuestos delitos que el matrimonio nunca reconoció, en todo caso, habían prescrito con el paso de los lustros. Y aunque a la hora de dictar sentencia no se tuvieron en cuenta esas largas demoras, el paso del tiempo sí está detrás de la intencionalidad de la misma. Porque dice el tribunal que los informes periciales son contradictorios, y que no teniendo otra prueba, no puede dictar una sentencia condenatoria. Claro está que si no hay más pruebas es porque el tiempo se encargó de borrar sus huellas.

Al margen de si Falcón se enriqueció con el narcotráfico o de si aquella condena por hachís se debió a un engaño de Pablo Vioque, como Falconetti argumenta. Lo cierto es que solo el rastreo de las cuentas bancarias y de las transacciones comerciales realizadas por el empresario en los noventa podría haber aclarado las cosas, a su favor o en su contra. Pero no habiendo nada, nada podrá demostrarse.

Todo el mundo sabía que Falcón levantó un imperio de la nada, y que cuando regresó de prisión puso en marcha las más llamativas promociones inmobiliarias que conoció nunca la ciudad, como la urbanización de A Tomada o la recuperación del barrio de La Prosperidad. Y todo el mundo daba por hecho también que el dinero del contrabando estaba detrás de esas operaciones inmobiliarias con las que no podían competir otros constructores fuera de sospecha.

Pero lo que se dirimía en el juicio era si ese dinero procedía del tráfico de drogas. Y como ocurre en un Estado de Derecho, esas afirmaciones hay que demostrarlas. Si ya es difícil rastrear el dinero negro de operaciones recientes, con sociedades fantasma, cuentas en paraísos fiscales y testaferros, más complicado resulta demostrar el origen ilícito de un capital que se movía hace veinte años y del que ya no quedan recibos, porque no se conservaron o porque no se quisieron conservar.