Los aliados de la imaginación

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

A los niños les encanta jugar con globos, pintarse la cara y bailar. Un grupo de animadores se encargan de ello en la fiesta de La Voz

12 may 2012 . Actualizado a las 06:57 h.

Ni ellos son chicos normales, ni quieren serlo. Les presento a Lea Sturzinger, Nahila Iglesias, Iván Bello y Iago Rodríguez. Estos cuatro rapaces estudian en Carril. Aspiran a obtener el título de Técnico Superior de Animación e Actividade Física e Deportiva y, después, «a seguir estudiando, porque tal y como están las cosas...». Pero estos chicos talentosos no se rinden al desaliento, así que han pintado su horizonte de verde y han decidido apuntarse hasta a un bombardeo «para aprender y acumular experiencias». Porque les gusta y porque lo pasan muy bien, hoy participan en la gran fiesta que La Voz de Galicia ha organizado en Fexdega para celebrar los 25 años del desembarco del periódico en la comarca de Arousa.

Lea, Nahila, Iván y Iago se encargan de hacer todas esas cosas que hacen que los niños diferencien una fiesta normal de una gran fiesta. Ellos pintan caras, convierten los globos en casi cualquier cosa y dirigen las coreografías del Just Dance de la wii, con las que los pequeños bailarán hasta caer rendidos. Les espera un día duro y lo saben. Pero también saben que «mientras estemos allí, con los niños, nos lo estaremos pasando bien, nos reiremos mucho, y no notaremos que estamos agotados. Eso será cuando lleguemos a casa y de pronto nos quedemos k.o.».

Disfrazados con una contagiosa sonrisa, estos chicos desembarcan en Fexdega dispuestos a alegrar el día a los más pequeños. Y es que son los locos más bajitos de todos los que con más insistencia se dirigen a ellos. «Hablamos de niños de entre tres y nueve años. A partir de ahí es como si les diese más vergüenza que les pinten la cara, o bailar», nos cuenta Nahila. La vergüenza, confirman, es algo que se aprende con los años. Igual que con los años las ilusiones infantiles se transforman en otra cosa. «Que le pinten la cara, a una niña de tres años, le hace ilusión. A una de diez le hace gracia, y eso si va en grupo y se animan todas», nos cuentan estos observadores de la realidad.

Estos jóvenes con auténtica vocación -hace falta vocación para pasarse horas y horas sentado, aprendiendo a convertir un globo en casi cualquier cosa- aseguran que aprenden mucho cada vez que interactúan con su público. Los niños, dicen rompiendo un viejo tópico, no son tan trastes ni tan maleducados como nos imaginamos. De hecho, son bastante más pacientes que algunos adultos y respetan mucho más que ellos las reglas de juego. «Os rapaces póñense na cola e esperan sen problema. E o que sempre chega querendo colarse, normalmente, é un pai, un adulto», señala Iván. Así que, puestos a tirar conclusiones, podríamos afirmar que la paciencia se pierde con los años, y parece que la educación también se resiente al envejecer.

Los monitores estudian en Carril. Reconocen que lo suyo es algo vocacional

Los pequeños respetan mucho más las colas y las normas que algunos adultos