«Las testamentarías son un referente del valor del traje gallego de gala»

Elena Larriba García
Elena Larriba LA VOZ/PONTEVEDRA.

AROUSA

Lleva 50 años estudiando y recuperando el rico patrimonio del traje tradicional y posee una colección única que expone estos días en el Museo do Pobo Galego

19 jun 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Piluca Montenegro inició hace más de cincuenta años, a partir del ajuar familiar, una ardua labor de recuperación del traje tradicional gallego hasta formar una colección única con la voluntad de transmitir ese rico patrimonio a través de su uso. Una valiosa labor que le ha reconocido el Museo do Pobo Galego, donde expone en este momento esa magnífica colección.

Piluca se confiesa una amante de todas las tradiciones y desde niña siempre le atrajeron las antigüedades, las labores de artesanía, los encajes y los bordados. En 1954, cuando terminó el bachillerato en el Colegio del Sagrado Corazón de Placeres, confeccionó su primer traje de gallega. «Lo hice a partir de una mantilla bordada de mi abuela y otras telas antiguas. El traje era de cera moura, que no es el azabache brillante, y con mucho bordado, de paño y seda, falda roja, dengue mantelo y mandil», explica.

Años después, a medida que fue creciendo su prolífica familia, siguió elaborando trajes para que sus sobrinas, sobrinos y otros familiares los lucieran en fiestas y actos procesionales, siempre aprovechando telas antiguas del legado familiar o que le iban regalando, linos, sedas y damascos del siglo XIX y otros complementos y accesorios también de época. «Y aún tengo tantas cosas guardadas que debería hacer más», dice.

Más de 50 indumentarias representativas de distintas zonas de Galicia, de gala, de cotío o diario, de hombre, de mujer y de niño, componen hoy una colección, tras la que se esconde un importante trabajo de documentación. «Ahora todo es más fácil con Internet, pero antes no había tanta información y me documenté viendo grabados, fotografías, libros y reproduciendo patrones de trajes antiguos que me prestaban». Piluca Montenegro comenta que otra de sus fuentes historiográficas son las testamentarías. «Describen muy bien las prendas que se dejaban en herencia y son una referencia para comprobar que los trajes gallegos de gala -no los de cotío que se usaban hasta que se desgastaban- eran prendas de lujo muy valorados y se traspasaban de unas generaciones a otras bien conservadas».

Es la cuarta vez que expone la colección. En 1998 se exhibió en el Edificio Sarmiento del Museo de Pontevedra. En el año 2000 estuvo en Madrid en la Casa de Galicia. Y en el 2002, en el Pazo de Mugartegui, «que para mí fue la muestra más bonita, porque la ambienté con otros elementos etnográficos de la cultura gallega y, además, el escenario del palacete era perfecto».

Clasificado y ordenado

Mucha gente se preguntará cómo se las arregla Piluca Montenegro para guardar en casa una colección tan amplia y variada. «Tengo una habitación especialmente habilitada, dos armarios grandes y muebles de estantes y cajones para lo que no se puede colgar. Todo está clasificado y ordenado: los dengues, mantelos, pañuelos, cofias, sombreros, camisas, corpiños, enaguas, pololos...».

Todos los trajes han sido utilizados alguna vez y con ellos guarda más de sesenta pares de zapatos, incluidos zuecos. «Tengo desde el número 20 hasta el 45».

Los complementos y accesorios son parte del tesoro, en el que destacan las botonaduras de plata de los trajes masculinos y los broches de los dengues, las hebillas de los zapatos y otras pequeñas joyas. «Son también antiguos, como el colgante de la cadena de reloj de unos de los trajes de hombre, que era de la capa española de mi tío abuelo».

Para Piluca Montenegro está claro que hay que guardar. «Lo digo muchas veces, no se puede tirar nada, y yo le saco partido a todo». Su entorno lo sabe y muchas veces le regalan telas o restos de ajuares heredados que ella valora mejor que nadie.

Una de las piezas que expone el Museo do Pobo Galego es la camisa del traje popular de Víctor Cervera Mercadillo, uno de los componentes de Aires da Terra, el primer coro de música tradicional de Galicia que fundó el insigne boticario Perfecto Feijoo. «Me la dieron sus nietas, la incorporé a la colección y la tengo expuesta con una foto de él».

El futuro de su colección es una incógnita. Sin duda, su mejor destino sería el Museo de Pontevedra, aunque su propietaria reconoce que requiere bastante espacio y muchos cuidados. «Depositarla con derecho a uso en momentos especiales sería fenomenal, pero eso no es fácil». Otra opción sería repartirla entre sus familiares, «pero al disgregarla perdería todo el valor que tiene como conjunto», concluye.