Bobby Costa Brava

AROUSA

AREOSO | O |

20 mar 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

«HOLA, me llamo Roberto, pero todo el mundo me llama Bobby. Soy de la Costa Brava». Bobby no se presentó así en una reunión de Alcohólicos Anónimos, aunque el ambiente bien podría ser parecido, sino en un pub cualquiera una noche de estas. Rubio y de gafas, tenía interés en hacer pandilla, aunque estaba acompañado. Hay muchos bobbies por ahí sueltos. Personajes que se sueltan durante la noche con el principal interés de mantener conversación al amparo de la barra. El Legionario se pavoneaba tanto que estuvo a punto de contagiar de gripe aviar a todo el local. La música estaba alta, pero él conseguía acallarla contando sus hazañas. De las que había testigos claro, «que yo le quité un puñal de la mano cuando estaba a punto de clavárselo a uno por la espalda», decía Micabo. Ahora, con la cabra ya demasiado lejos de su lado, todo su interés parecía estar en conseguir un billete de avión para pasar miedo en algún desierto. El Legionario mandaba sus puñales particulares a la camarera, pero ella ya está bastante versada en la situación y no tenía problemas en esquivarlos, regodeándose incluso en su habilidad. En el local flotaba un humo tan espeso, muchacho, que cada bocanada de aire era una palada de tierra sobre tu tumba. Llegó un momento en que uno de los pilares de la barra tuvo que intervenir para zanjar la cuestión y devolver al pavo al corral. Bobby Costa Brava y el Legionario son de los personajes que hacen que la noche valga la pena. El zoológico de la barra es tremendamente variado y, como en Papúa Nueva Guinea, todavía quedan muchas especies por identificar. Muchacho, tú ahora crees que el botellón es lo que más te pone, pero llegará un momento, Ernie, en que lo que realmente te sentirá bien será el traje que usaba el viejo Alvite.