Un pacto entre Franco y Trujillo llevó en 1954 a 1.550 agricultores a Santo Domingo

MARTÍN FERNÁNDEZ VIVEIRO / LA VOZ

A MARIÑA

ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

Ochenta de ellos eran de las provincias de A Coruña y Lugo

25 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Perro no muerde a perro. Franco lo sabía bien. Y llegó a acuerdos y planes conjuntos con dictadores de todo pelaje y condición. De Hitler a Mussolini, de Batista a Fidel. Con la tiranía más sangrienta de América, la de Rafael Trujillo en la República Dominicana, concertó en 1954 el envío de 1.550 agricultores, 80 de ellos de A Coruña y Lugo. Trujillo pagaba el pasaje y les facilitaba casa, tierra y aperos.

La oferta era tentadora en una España gris, atrasada, inculta. Una cárcel que antes fuera cementerio. Vicente García Hervás, de Viveiro, fue uno de los jóvenes que se embarcaron en la aventura. Pero las cosas no salen como uno quiere sino como suceden. Y acabó en la cárcel, condenado por robo.

Todo comenzó en la visita que el dictador dominicano hizo a su homólogo español en 1952. Quería llevar a su país “españoles sanos y vigorosos, laboriosos y de buenas costumbres, dispuestos a radicarse permanentemente en su territorio y que sean aptos para dedicarse a la agricultura y a la enseñanza, cumpliendo los preceptos de la doctrina moral católica y respetando las leyes de la República Dominicana”, decía la prensa de la época.

A Franco le venía bien. Y a Trujillo, también. Uno aliviaba el paro y la miseria reinante, captaba divisas e ingresos y daba alguna esperanza a miles de jóvenes masacrados por la guerra. Y el otro “blanqueaba” la raza ?su obsesión- y disponía de mano de obra europea para desarrollar la primitiva agricultura del país y para explotar sus recursos.

20 maestros y un contrato

Así que nombró a Manuel Fernández Cámara como “delegado del presidente Rafael Trujillo para los trámites de la emigración española a Santo Domingo” que, en coordinación con las autoridades españolas ?en especial, Alfonso Molina, cónsul de Santo Domingo y alcalde de A Coruña- se puso a buscar gente dispuesta para la aventura. Seleccionaron a 1.550 personas en las zonas que las autoridades franquistas indicaron y las subieron en Valencia al barco España en diciembre de 1954 y el 5 de marzo del año siguiente. En la primera expedición, de matrimonios, iban 750 personas y, en la segunda, 800 hombres solteros de 25 a 35 años. Todos eran agricultores, excepto 20 maestros.

En el contrato que firmaban, se especificaba que trabajarían donde el Estado dominicano juzgase conveniente. El gobierno se obligaba a suministrarles pasaje de ida por mar y de retorno, si el contrato se rescindiese, y a darles una extensión de tierra ?5 hectáreas como mínimo y 50 como máximo-, vivienda y aperos para faenas agrícolas. El inmigrante se comprometía, por su parte, a no realizar otra clases de labores. Los productos eran de su propiedad y podía venderlos dentro o fuera del país para su exclusivo provecho. Estaba exento de impuestos sobre terrenos y útiles de trabajo y, mientras no recogiese su primera cosecha, el Estado lo mantendría.

Nombró coronel a su hijo de 4 años, tuvo 111 empresas y su tiranía asesinó a 50.000 personas

Rafael Leónidas Trujillo gobernó la República Dominicana, con el título de Generalísimo de los Ejércitos, desde 1930 hasta su muerte en 1961, tras un atentado propiciado por la CIA. Su etapa fue considerada como la tiranía más sangrienta de América por sus constantes violaciones a los derechos humanos y a las libertades. La arbitrariedad ?nombró a su hijo Ramfis coronel a los 4 años y general a los 9- y el culto a la personalidad fue su signo. Su régimen fue responsable de la muerte de 50.000 personas, según las autoridades americanas, incluyendo los miles de haitianos asesinados en la llamada Masacre del Perejil.

Todos los estamentos del Estado funcionaron de acuerdo a sus intereses y adquirió propiedades, fincas y otros negocios lucrativos a precios bajísimos utilizando la presión política. Algunos exiliados españoles ?como el valadourense Ramón Fernández Mato, el vasco Jesús Galíndez o el lucense, oriundo de Viveiro, José Almoina Mateos- fueron sus hagiógrafos y mantuvieron una estrecha relación y colaboración con Trujillo.

Su fortuna, estimada en 800 millones de dólares, lo situó entre los cinco hombres más ricos del mundo. En el momento de su muerte tenía 111 empresas y era dueño del 60% de la industria azucarera dominicana. En el ámbito personal se casó dos veces, tuvo dos amantes (Ángeles Martínez Alba, La Españolita, y Lina Lovatón Pittaluga) y siete hijos: dos en sus matrimonios y cinco con sus dos amigas. Buena parte de ellos se exiliaron en España y protagonizaron la crónica rosa y, sobre todo, la de sucesos….

martinfvizoso@gmail.com

Vicente García Hervás, de Viveiro, uno de los gallegos desplazados, fue condenado por robo de tabaco y cosechas

Entre los gallegos desplazados a la República Dominicana figuraba Vicente García Hervás, natural de Viveiro, mayor de edad, casado, agricultor, domiciliado y residente en la Colonia Agrícola de Inmigrantes Españoles en el municipio de San Juan de Maguana, en la provincia del mismo nombre.

La experiencia no debió resultarle tan interesante y productiva como parecía pues en 1958, la Suprema Corte de Justicia de Ciudad Trujillo, presidida por Pedro R. Batista, dictó sentencia pública sobre una denuncia ?y un posterior recurso de casación- presentada por el español Mario Branco Fernández contra el viveirense y contra otro inmigrante residente en la misma Colonia llamado Alcibíades Cuevas.

La sentencia ?que lleva fecha de 31 de enero de 1958, literalmente “114 año de la Independencia, 95 de la Restauración y 28 de la Era Trujillo”- expone los hechos y consideraciones antes de emitir el fallo. Establece que, a primera hora del 18 de enero de 1957, Vicente García Hervás y Alcibíades Cuevas fueron sorprendidos “con burros aparejados con hárganas, dentro de las cuales había tabaco robado que transportaban a otro lugar” e indica que, al verse pillados in fraganti, “se desprendían de las plantas de tabaco arrojándolas al suelo”. Al notar Vicente y Alcibíades que Ramón Abeira y Manuel Mosquera ?trabajadores de la hacienda de Mario Branco Fernández cuya casa y colonia estaba en un lugar solitario, distante 3 kilómetros- vieron el fraude, salieron huyendo y luego regresaron al lugar de los hechos para ofrecer el precio del tabaco a los dos operarios, “lo que no fue aceptado por estos por no ser ellos dueños ni de la finca ni del tabaco robado”.

La Suprema Corte de Ciudad Trujillo dictaminó que ese tipo de acción, estipulada como delito de robo, estaba sujeta a penas de 6 meses a 2 años de prisión, multas a los infractores y al pago de una indemnización por daños y perjuicios. E impuso al infortunado emigrante de Viveiro, que fue a buscar fortuna a la República Dominicana, un año de cárcel, 15 pesos de multa y abonar a Mario Branco una compensación económica solidaria de 1000 pesos.