Bípedos acéfalos

| LUIS LARIA |

A MARIÑA

FORO PÚBLICO

27 may 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Hola, no puedo deciros mi nombre porque he tenido varios, tantos como dueños que en alguna ocasión intentaron paliar mi hambruna. Sé que nací cerca de Astorga y durante algunos meses tuve una vida bastante buena, hasta que un día quien me había criado me metió en el maletero del coche y después de muchos kilómetros abrió el capó, lamí su mano como siempre, y sin darme ni una caricia que tanto agradecía, decidió dejarme en la orilla, quitándome incluso el collar con mi nombre. Corrí cuanto pude tras el coche esperando que parase a recogerme pero fue en vano, me agoté y quedé tirado en la cuneta, pasé miedo; no podía estar sin aquellos niños que jugaban conmigo, los echaba tanto de menos que sentí que el mundo acababa para mí. Logré seguir adelante y por suerte un día un 'ser humano' me llamó, acudí con el rabo entre las patas, un poco de pan terminó convenciéndome y me dejé acariciar por él; olía a vino y parecía que me necesitaba también. No tuve elección, sin darme cuenta mientras comía con ansia los mendrugos, me ató con una cuerda y me llevó con él. Pasé muchas penurias. Como ahora se acaba mi vida prefiero relatar sólo las dos últimas. Llegué a un lugar llamado Luarca la mañana del miércoles pasado, estaba animada la calle por el mercadillo y deambulamos entre la gente como siempre; de pronto él se enfadó, no sé por qué. Sabía que era lo peor, siempre que ocurría eso recibía unas cuantas patadas de mi amigo pero las soportaba, estaba acostumbrado. Se separó para sentarse al borde del río y me ató corto, muy corto, unos niños se quedaron mirando cómo mi amigo me daba voces y patadas, una señora le riñó y él, amenazante, me dio más fuerte. Cuando se cansó, yo, dolorido, como tantas veces pensé en escaparme pero aquella cuerda apretaba tanto que no podía casi respirar. Mirándole a los ojos, intentaba hacerle ver que quería ser su fiel amigo, que no necesitaba pegarme, que él era superior y que yo estaba dispuesto a estar con él incluso en esas condiciones y si necesitaba de mí la vida, se la daría. Al rato comenzó a darme voces de nuevo, me arrastró, me dio unas patadas que me dejaron sin respiración y cuando le imploraba con la mirada que le necesitaba, me rompió los labios con su bota. Sentí que me mataba pero no podía hacer nada, sólo aullar lastimeramente. Dos señoras a las que miré pidiendo piedad le amenazaron con llamar a la policía, pero no llegó; estaba indefenso sabiendo que me mataría. Otros intentaron que me soltase pero decía que yo era suyo y que haría lo que le diera la gana. Sin más me tiró al río y caí contra las piedras. Salí como pude, regresé y me acurruqué entre sus piernas pidiéndole clemencia. Al amanecer le miraba, deseaba que comprendiera que le quería tanto que nunca incluso con todas esas patadas le abandonaría. Nada más despertar me dio unos tirones fuertes de la cuerda y me llevó al muelle, me sujetó fuerte por la piel del esquelético lomo y sacó de su mochila una bolsa de plástico. La ató a mi cuello, me estaba asfixiando, sentí de nuevo grandes patadas en todo el cuerpo y me arrastró al vacío, caí en el agua del puerto. No podía esperar nunca nada así, yo que con mis ojos negros y redondos lo admiraba por ser más que yo, un 'ser humano'. Cuando me quedaba un halo de vida entendí que ésta pertenencia que era yo ya no le servía y, sin decir nada, ni un lamento; sin poder darle las gracias, dejé de existir.