Reportaje | Los bastidores de la Mostra Folclórica Internacional de Viveiro Chilenos, bielorrusos, cubanos, africanos, ucranianos, portugueses y colombianos conviven los días previos al festival en el Centro de Educación Primaria Luis Tobío
04 ago 2004 . Actualizado a las 07:00 h.?n las repisas de las ventanas del Colegio de Educación Primaria Luis Tobío en Viveiro se pueden ver estos días zapatillas de deporte y prendas de ropa que ondean con el viento. No pertenecen a ningún estudiante olvidadizo; son algunos de los enseres personales de unos inquilinos que dejaron las aulas años atrás y ahora se forman en la escuela de la vida, del baile y de la música: los chilenos, colombianos y bielorrusos que participan en la Mostra Folclórica. En esta pequeña torre de Babel basta un movimiento, una palabra o una sonrisa para entenderse. Lo sabe bien Irina, una chica bielorrusa de ojos verdes y piel tostada que hace de intérprete para su grupo. «A veces nos comunicamos en inglés o mediante gestos. No tenemos grandes problemas de comunicación». Algunas tardes, cuando el tiempo lo permite y después de las horas de ensayo, los países juegan algún partido de fútbol; es su Mundial particular. Ayer por la mañana llovía y las pistas estaban casi vacías (unos niños le daban a la pelota con un paraguas en la mano). En el zaguán del colegio pequeño, Pedro Gajardo, director del grupo Bafochi de Chile, leía una novela de Umberco Eco. Este «nómada», como él mismo se definió, asegura que los músicos y los bailarines de su asociación «son juglares modernos». Han visitado quinientas seis ciudades de treinta y cinco países de Asia, África, América y Europa. Gajardo dice que esta forma de vida es dura pero que merece la pena vivirla. «Se lleva con mucha disciplina, sentido de equipo y con mucha responsabilidad», dice. Sus palabras tienen música de fondo ya que unos metros más allá, en la pista cubierta, integrantes de Bafochi ensayan las notas y la voz de la misa andina que tendrá lugar el domingo en la iglesia de San Francisco. Piruetas y saltos en el aire En el mismo sitio, unos chicos hacen piruetas y difíciles ejercicios gimnásticos. Forman parte de Radost de Bielorrusia. Según Irina, la intérprete, «los bailes de los hombres exigen mucho entrenamiento por su dificultad». El director de esta asociación folclórica, Anatolii Vonobiov, lleva el mando desde hace 37 años. Lo que más le gusta de los españoles es su temperamento en el baile. «Se ve el fuego, la emoción, el carácter; algo que les diferencia de otros países de Europa», comenta. Irina resume su trabajo con un dicho popular: mostrarme a los otros y mirar lo que hacen los demás. Vive para el baile al igual que Marta, una mujer colombiana que mira las gotas caer sentada en las escaleras del Colegio mientras sus compañeros, ataviados con el traje típico, corren por la calle para no mojarse. Carlos Andrés Gamboa, coordinador del grupo al que pertenecen (Yurumangui) destaca la buena acogida de los viveirenses. Todos saben que la experiencia es impagable porque así se siembra la semilla de la paz.