Ballenas por San Cibrao, un espectáculo de lujo

AL SOL

RAMÓN RIVAS

Vecinos de Cervo avistaron un grupo de cuatro a unas 25 millas de la costa

16 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Al cervense Ramón Rivas aún se le eriza la piel al rememorar una de sus últimas experiencias a bordo del Carrao. Junto a José Manuel Casas y María del Mar Piñeiro, también vecinos de San Cibrao, disfrutaba de un soleado día de pesca deportiva. Navegando a una distancia de entre 25 y 35 millas de San Cibrao, fueron espectadores de un «documental» marino en vivo y en directo. El bonito dejó de centrar su mente para hacerlo un grupo de ballenas que se cruzaron ante el velero. Sus ojos, casi ni pestañeaban. Los móviles, listos para fotografiar y grabar un momento único. En uno de los vídeos se escucha a Rivas exclamar «¡ole!» de la emoción. «Mira, mira que bonita. Deus... vaia bichos, espectacular!». Las tenían tan cerca que hasta sentían su respiración.

«Nunha área de entre 5 e 10 millas náuticas -describía ayer el patrón del Carrao, contando su peripecia marinera- atopamos nun principio catro baleas no camiño. Achegámonos un pouco a elas, pero intentando non molestalas. Vimos que estaban nadando placidamente; incluso algunha revirou, pasáronnos pola popa e mergulláronse, volveron saír e nadaron ao noso lado. Gustounos velas. É un espectáculo».

Hagamos un paréntesis en forma de historia. San Cibrao fue cuna de la pesca de la ballena. El bum llegaría en los siglos XVI y XVII. Parte de ese capítulo pesquero lo vela hoy el Museo Provincial do Mar, y en cuya creación como tal se implicó el mismo Rivas. Aunque ahí guardan restos, no hay nada como poder ver ballenas vivas, en su hábitat y justo frente a la costa cervense. El también presidente de la Asociación Mar de San Ciprián colabora con la Coordinadora para el Estudo dos Mamíferos Mariños y, según el Cemma, repasando las imágenes, el grupo que avistaron era de ballenas comunes. «Non é a primeira vez. Foramos con membros do Cemma a avistamentos hai cousa de dous anos. Daquela, na mesma zona, atoparamos tamén baleas e outros mamíferos», señala.

«Cada vez vense máis. Vimos estas de cerca. Pero durante 5 ou 6 horas, como 30 ou 40 veces, vimos de lonxe como botaban auga polo espiráculo. Había bastante actividade; creo que naquela zona había bastante krill, que é o que acostuman comer», añade. 24 horas después aún conservaba la euforia en el cuerpo: «Dígoche a verdade... Danme ganas de tirarme ao mar e ir ao lado delas! Os meus amigos dicían que aínda que non pescásemos nada, que merecera moito a pena».