A una semana de las legislativas, los Kirchner han convertido la cita con las urnas en un plebiscito sobre su poder
22 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.A solo siete días de tener que concurrir obligatoriamente a las urnas, los argentinos asisten a la más sucia de las campañas electorales de los últimos años. El próximo domingo 28, votarán para la renovación de la mitad de los 257 escaños de la Cámara de Diputados y de un tercio del Senado, así como parte de los concejales de algunos ayuntamientos.
Los principales oponentes son Néstor Kirchner, ex presidente, actual titular del Partido Justicialista (peronista) y creador del Frente Para la Victoria, y el empresario Francisco De Narváez, que encabeza Unión Pro, una alianza del peronismo disidente con un sector de centro derecha. Los dos se disputan el liderazgo en este tramo final de la campaña, para ser elegidos diputados por la provincia de Buenos Aires, el mayor distrito electoral del país y el que decide las elecciones en Argentina.
En tercer lugar están los miembros de la Coalición Cívica, una unión entre radicales y socialistas. Sus candidatos por la provincia son Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín, hijo del ex presidente. Este partido fue creado por Elisa Carrió, la más fuerte opositora al Gobierno, de origen radical y que el próximo domingo disputará una banca como diputada por la ciudad de Buenos Aires.
Las elecciones previstas inicialmente para octubre fueron adelantadas por la presidenta Cristina Fernández a petición de su marido.
Esta decisión de Néstor Kirchner, un error para muchos de sus seguidores, fue justificada por la presidenta aduciendo que la crisis internacional apuraba los tiempos políticos y era necesario saber qué apoyo tenía su Gobierno.
Con esto, los Kirchner convirtieron las elecciones legislativas en un plebiscito a su Ejecutivo que tiene como objetivo no perder la mayoría parlamentaria, algo que parece obsesionar al matrimonio.
Tono apocalíptico
Desde el comienzo de la campaña el ex presidente instaló el miedo en sus discursos de tono apocalíptico dejando oír frases como «si no ganamos volvemos al infierno de la crisis de 2001»; «si perdemos la mayoría en el Congreso no vamos a poder sacar el país adelante», «o nosotros o el caos» o «si perdemos, el país va a explotar».
Sus propios asesores de campaña le sugirieron que bajara el tono agresivo en sus mensajes porque le estaba restando votos. Néstor Kirchner hizo caso.
También fue él quien inventó los llamados «candidatos testimoniales», gobernadores y alcaldes en funciones que se presentan en las listas a sabiendas que si ganan no van a ocupar sus cargos. La oposición cuestionó y denunció el hecho, pero la Justicia convalidó las candidaturas aduciendo que no se puede juzgar algo que no ha ocurrido.
Desde el kirchnerismo la batalla abrió otro frente. Pronto comenzaron las operaciones contra sus más directos rivales. Los medios oficialistas que responden a los Kirchner instalaron una versión que ligaba a Francisco de Narváez con un supuesto traficante de drogas detenido a través de una llamada a un móvil que está a nombre del empresario, todo a partir de una citación de un juez al Gobierno que tiene 36 demandas de juicio político. Una vez más los asesores recomendaron a Kirchner que no insistiera con la especie porque le estaba dando votos a De Narváez.
Amenazas de la oposición
Por su parte, la oposición, que también mantiene disputas internas, busca instalar el temor en el electorado al anunciar que si Kirchner gana, no dudará en cambiar los depósitos bancarios por bonos del Estado y que avanzará en la estatización de empresas privadas.
Pocas propuestas y la única opción que parece haberse instalado en la contienda electoral es «destruir al adversario».