Los descendientes de las colectividades inmigrantes votarán entre la indiferencia y la irritación con la clase política
25 oct 2007 . Actualizado a las 02:00 h.En el preámbulo de la Constitución argentina se establecen las intenciones, derechos y garantías de un país pensado para los nacidos en esa tierra «y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino», según reza el texto. Y así ha sido. Metidos en el siglo XXI, la identidad argentina no se entiende sin la amalgama de nacionalidades que fueron desembarcando en el Río de la Plata y dándole forma híbrida a un país de mil caras. Todavía hoy viven muchos inmigrantes nacidos en Europa, que mantienen su cultura junto a sus descendientes. El acervo de sus pueblos los distingue y la argentinidad los une. También ante las elecciones del domingo, para las que se preparan como el resto: sin demasiado interés y con desconfianza hacia los políticos.
Fiesta de la cerveza
El mejor compendio de la multiculturalidad argentina se cita en la fiesta de la cerveza que se celebra en Villa General Belgrano, en la provincia de Córdoba. Allí se concentran durante unos días representantes de las colectividades más numerosas del país austral, invitados por la amplia colonia alemana que trasladó a la sierra cordobesa sus tradiciones. Entre ellas, la del culto a la cerveza.
Cada mes de octubre, la mayoría de las comunidades muestran su folclore y participan de la diversidad que se vuelve homogénea cuando se les habla de política argentina. Como la gran mayoría del país, guardan distancia de la clase política desde el recelo que les genera la experiencia. «Hemos sido castigados por muchos gobernantes, que no se caracterizan por defender al pueblo. Este es un país muy generoso con los de fuera, y también una fuente inagotable de riqueza de la que siempre se han querido aprovechar», asesta Juan José Glabor Jurincic, de la comunidad croata.
El mismo discurso
Entre los kilts escoceses, los velos siriolibaneses y los trajes ucranianos se escuchan gaitas gallegas. Cambian los trajes pero no el discurso desconfiado: «La gente hace mucho que viene votando en contra de alguien y no a favor de alguien. Yo, por ejemplo, siempre voté a perdedor, pero en esta ocasión creo que voy a votar nulo como protesta», comenta Leonardo Pérez, representante del Centro Arzuano-Melidense de Buenos Aires.
A su lado, Santiago Botana asegura que «en Argentina el político no es político, sino un audaz, en el peor sentido». Botana representa a ese importante sector de gallegos que no podrán votar el domingo porque no quisieron adquirir la nacionalidad argentina, aunque lleven 40 o 50 años a este lado del mundo. «Nací en Viso, en Santiago, fui bautizado en la Colegiata del Sar y vine aquí con seis meses. Pero nunca renuncié a mis orígenes. No puedo votar aquí, pero tampoco me interesa», asegura. Sí lo hace su hija, como también otros nietos o bisnietos de europeos, que aún así mantienen el apego a sus raíces.
Es el caso de los alemanes, anfitriones de la fiesta y alma del pueblo de la Oktoberfest argentina, que sin embargo tiene alcalde descendiente de italianos, de Udine, al pie de los Alpes.
Sergio Favot, de la Unión Cívica Radical, inició mandato el fatídico año 2001. Vestido con traje y sombrero tirolés, defiende la diversidad como nudo de lo argentino: «Es emocionante ver cómo la gente se pone en pie al oír una tarantela o una gaita gallega». Pero eso no le llega para felicitarse por la situación del país.
Aunque más optimista, Favot critica a su propio gremio: «Hay que reivindicar la política, porque los partidos trabajaron tan mal en los últimos 25 años que la sociedad los rechazó. Urge una reforma política», señala. Y remata delineando una imagen gráfica sobre la desorientación de la sociedad: «Fruto de las crisis, Argentina se ha quedado con una cultura adolescente. No sabe lo que quiere, pero lo quiere ya». El domingo, primera parada.