Mia es una mujer enérgica. Su aspecto frágil contrasta con la valentía y la determinación con la que ejerce su trabajo en «una zona muy insegura» que, a su juicio, «fue a peor en los últimos años» debido al aumento de la delincuencia. Diariamente patrulla en coche con un compañero por Bushwick. Pese a todo, Mia es una enamorada de su trabajo. «Me gusta estar en esa zona, todos los días pasamos por los mismos sitios», asegura. Con anterioridad, la policía trabajó en otros lugares de Brooklyn, pero ya está «acostumbrada» a su peligrosa rutina. «Cuando visito Manhattan me siento aliviada al salir de un ambiente tan peligroso», añade.
Uno de los problemas más graves de la zona donde Mia patrulla es la violencia doméstica. «Hay muchos problemas cuando varias familias viven en las habitaciones de un mismo apartamento», como sucede en algunos edificios de Bushwick. «En un solo piso se acumula mucha gente y surgen los problemas». Mia afronta las situaciones complicadas «intentando razonar siempre» con las personas.
Una de las principales carencias con las que se encuentra en su actividad diaria es el escaso número de efectivos policiales en las calles: «Necesitamos a más policías en mi zona». Además, el nuevo alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, en opinión de la aguerrida policía, «debería igualar el sueldo de los policías de Brooklyn» con los de otras zonas.
Trabajo en la zona cero
Guillén trabajó con pundonor en la zona cero en las labores de limpieza y desescombro, tras los terribles atentados contra las Torres Gemelas del 11-S. Con entereza, participó en una actividad «que muchos compañeros de Nueva York no se atrevieron a realizar». Durante seis meses, permaneció «dentro» del gigantesco cráter, en horario de mañana, mientras otros compañeros regulaban el tráfico de los alrededores. Protegida con un traje especial y una mascarilla, la agente se dedicó incesantemente «a buscar restos humanos de personas, como huesos o ropa. Yo estuve allí, en la zona cero, para limpiar todo», asevera.
Todos los veranos, Mia está ansiosa por regresar a Sada, relajarse con el ambiente tranquilo de la villa marinera y disfrutar de la gastronomía local: «Me encantan la comida y el vino, sobre todo el albariño». Una de sus perdiciones es, según dice, el pan: «Me encanta la bolla, y el pollo lo preparan aquí de una forma que me gusta mucho», concluye.