Dos charlas sobre el respeto en el mismo escenario. La primera, a media tarde. La imparte Javier, un hombre de 50 años que defiende a los chavales. Dice que el asunto se ha magnificado y que hay que darles más alternativas. Tiene a dos en la edad. Y les pide que sean educados, que digan buenos días, que no sean gamberros, que respeten a los mayores. Ellos contestan que los mayores también los tratan con malos modos y que el respeto debe ir en dos direcciones.
Ocho horas más tarde, pasada la una, dos de los chavales que escuchaban la charla de Javier resisten las deserciones de sus amigos. Son el mayor y el más joven. Se han quedado solos en el garaje y el mayor aprovecha para leerle la cartilla al menor. Un incidente privado le da pie para explicar cómo eran las cosas cuando él tenía su edad y cómo ahora el más joven está vulnerando los códigos del respeto. El chaval escucha y se calla. Pero tampoco parece que vaya a doblar.
Pocas expectativas
En el grupo, antes de que la mayoría diera por finalizado el largo día, había pocas expectativas de futuro. Lo más emocionante para varios, sacarse el carné de conducir. Uno explica cómo fue y desata la ansiedad del resto. También hay quien está preocupado por las consecuencias de una plantación de marihuana que tendrá que explicar ante un juez.
A la almeja
Nadie espera trabajar en breve. Uno de ellos aspira a regresar al mantenimiento de un parque eólico, donde ya tiene experiencia y se ganó bien la vida. Pero tal como está el patio, conseguir trabajo es ciencia ficción. La pasta que se fuman sale de casa o del mar, claro. Algunos bucean, van a la almeja, la venden por allí o por otros pueblos. Nunca da para mucho. Para resistir.
A veces ansían el verano, los turistas, los americanos que se fueron a Nueva Jersey y cuyos nietos vuelven con el sol. Se ríen de cómo fuman los porros, pero añoran el ambiente. Pronto volverá. «Portádevos ben, rapaces», les decía Javier por la tarde, «que se non non virán os turistas polo verán, e se non veñen turistas non virán rapazas». El verano siempre es una época mejor en Palmeira. Ya está cerca. Con esa promesa nos vamos del garaje.