A Cipriano Pérez Montenegro la suerte vino a verle «un pouco tarde, aínda que nunca é tarde». Llegó a su casa, en Chanteiro (Ares), el 25 de octubre del 2001. No la escuchó tocar a la puerta, la vio llegar por la televisión. «Estaba mirando a tele e vin os números que cubría na primitiva xa había moito tempo», recuerda. Tenía 72 años, pero no le dio un amago de infarto, ni tampoco un ataque de emoción. «Estaba tan sereno coma hoxe. Tranquiliño, máis que hoxe», asegura.
«Veu un sobriño e comentou que tocara a primitiva en Ares, pero non se sabía a quen. Conteille e pensou que era unha broma», comenta. La broma fue de 123 millones de pesetas (más de 700.000 euros).
Como afortunado también dio el salto a la pantalla pequeña, pero las luces de los focos no lo deslumbraron. Aquel chiste del azar se fue tal y como vino. Dejó únicamente una leve, muy leve, huella en la casa de este vecino de Chanteiro. «O que tocou gasteino xa, din unhas propinas aos sobriños porque xa se sabe, o que non ten fillos, Deus lle da sobriños e fixen algún arranxo na casa», explica con discreción. «Aquilo foi hai tanto tempo», recuerda.
Sus apaños fueron la compra de unos muebles que mandan en el salón de la casa en la que nació. Ahí, en esa estancia, guarda fotos del álbum familiar junto a un televisor de tubo y los adornos justos. En el garaje, aún está un pequeño tractor con el que trabajaba un pequeño huerto que tenía. «Aínda teño o tractoriño», comenta. Lo que no se permitió fueron caprichos, ni excesos que lo volvieran loco. «Tiña todo o que quería, non me din ningún capricho, qué ía mercar. Poida que se isto viñese antes facería a vida doutra forma, pero cando tocou... Nunca é tarde, pero bueno», explica.
Le gusta la vida tranquila, con su perro, un pequeño cruce que lo acompaña allá donde va y al que crió desde que nació. Ir a cenar fuera algún día que otro es lo que rompe la rutina del día a día en el pueblo.