El legado del emigrante ferrolano a quien el Papa León XIII elevó, por su generosidad, a la nobleza
FERROL
Fue en la calle del Sol, y por tanto bien cerca de la plaza que hoy lleva su nombre, donde nació, en el año 1823, Ramón Pla y Monge. Como tantos otros gallegos de su generación marchó de joven a Cuba, donde prosperó hasta el extremo de fundar la Compañía de Gas de La Habana, a la que después aún sumaría la de la ciudad de Matanzas. De vuelta en Europa, y tras afincarse en Madrid, ocupó, entre otros cargos, el de consejero del Banco de España. En 1884 fue ennoblecido -cabe suponer que por haber hecho beneficiaria de su generosidad también a la Iglesia- por León XIII, el Papa que impulsó el conocimiento científico, que abrió los Archivos Vaticanos a investigadores de las más diversas creencias y que favoreció cuanto estuvo en su mano, desde la Santa Sede, el estudio de la astronomía.
Seis años más tarde fallecía el marqués, y la apertura de su testamento desvelaba que había donado la tercera parte de su fortuna -el tercio de libre disposición- para «redimir de quintas» y por este orden, hasta donde diesen de sí lo que cada año rentase su legado, a los «mozos» de los partidos judiciales de Ferrol, A Coruña y, en última instancia, el resto de la provincia. También dejó dispuesto que se auxiliase a las instituciones benéficas ferrolanas y que cada día 31 de agosto, festividad de su santo, se repartiesen mil duros entre un centenar de pobres. Como capital fundacional para todo ello dejó más de siete millones y medio de pesetas... de las de entonces. Que no eran lo que se dice moco de pavo. Librarse de la mili, citémoslo a modo de ejemplo, costaba entonces 300 duros. De ahí lo de las famosas 1.500 pesetas de Amboage .