Los foráneos creen que lo importante hoy es que se resuelva la crisis y se recupere la economía, porque aseguran que «cuando hay empleo, hay empleo para todos»
21 feb 2009 . Actualizado a las 03:19 h.o barco | Decenas de nacionalidades diferentes conviven en Galicia, donde actualmente hay censados más de 95.500 inmigrantes, en su mayoría sudamericanos y portugueses. El viaje al revés de los primeros, tierra que fue acogida de gallegos varias décadas atrás, y la cercanía del país del gallo son las principales razones para esta situación. Sin olvidar el idioma. Sudamericanos y portugueses son los inmigrantes más visibles, también porque tienen menos problemas para relacionarse. Los chinos o los paquistaníes, igualmente presentes en O Barco, viven más aislados de la sociedad porque la barrera idiomática los frena.
Lo demuestran los invitados al café en el bar A Cova, de O Barco. No habían hablado nunca, aunque confesaban conocerse. Lo resume Carlos, el más prolífico en palabras durante el encuentro: «Este é un pobo pequeno, así que co tempo acábanche soando as caras. Aquí todos nos coñecemos».
«Vivir en una villa es más barato»
Precisamente las dimensiones de la comarca de Valdeorras, con una capital que apenas supera los 15.000 habitantes, fue una de las razones para asentarse aquí en lugar de optar por grandes ciudades. «Es un sitio tranquilo para criar a los niños», asegura Cristina, con sus tres vástagos, todos menores de edad, mirándola atentamente. «Y además, el precio de las cosas es mucho más barato que en lugares más grandes: el alquiler, los impuestos, todo... », añade. Una afirmación que secunda Aída, que también llegó de Colombia. Lo hizo hace once años, tres más de los que lleva Cristina aquí. Pero mucho después de la llegada de Carlos, que en contra de lo que hicieron sus compañeras de mesa, que huían de un país que atravesaba un mal momento económico en busca de un país más próspero, lo hizo «para escapar da casa». «Eu tiña un pai militar, así que na miña casa había unha disciplina totalmente diferente, e quixen marchar». O Barco estaba cerca (es de Chaves) y el idioma no era un problema, dice.
«Cada un estamosno noso bando»
Una vez en Galicia, cada uno ha seguido una estrategia diferente en lo que se refiere a la integración. Carlos reconoce que su círculo más cercano está íntegramente formado por portugueses: «E iso que pouco convivimos entre nós». Cree que en el caso de los sudamericanos tienen más tendencia a reunirse «porque son máis abertos». Lo resume con un «cada un está no seu bando». Una afirmación que Aída recoge, aunque solo en parte. En su círculo, asegura, hay mucha gente colombiana «pero también de otros países de Sudamérica y muchos españoles». Lo mismo le sucede a Cristina.
«O idioma é importante para escoller parella»
De hecho, ella está casada con un español, al igual que Cristina, y ambas han tenido una niña de su nuevo matrimonio, aportando otros de relaciones anteriores. En el caso de Carlos, su esposa es portuguesa. Se conocieron y se casaron en O Barco. Cree que esa elección de la media naranja se debe «ao idioma, o idioma é importante. Un español e un colombiano enténdense perfectamente». Aída cree que el condicionante fue la «casualidad». Surgió el amor.
«A veces la gentees un poco racista»
Después de las parejas, llega el momento de hablar del trabajo. Los tres tienen a día de hoy un sueldo, y se vanaglorian de ello, sobre todo en un momento «difícil», como definen los tres la situación económica actual. No hay trabajo, para nadie, y eso pone las cosas más difíciles para los inmigrantes. «Antes aínda había máis trabas, polos papeis, agora é máis fácil», reflexiona Carlos. Aída dice que la situación no ha cambiado tanto. «Me sigue costando encontrar trabajo; siempre hay algo, siempre». ¿Qué es ese algo? «Son un poco racistas, desprecian mucho a uno», asegura. Dice que es una situación que ve cuando pide trabajo. «En el día a día no, estoy totalmente integrada, pero cuando hay una oferta de trabajo sí he visto que prefieren dárselo a una persona de aquí». De hecho su actual ocupación, como alumna del taller de empleo, le llegó precisamente por estar en riesgo de exclusión social.
Carlos lo confirma: «Sempre hai un gueto que nos acusa de estar quitando o traballo á xente de aquí, que di que lle estamos quitando o pan. Foi algo que sempre pasou, pero agora non hai tanto». Por su parte, Cristina dice que ella nunca se ha visto rechazada por su nacionalidad. Actualmente se gana el sueldo cuidando de una señora mayor (labor que desarrollan muchas sudamericanas en la comarca, en algunos casos como internas a tiempo completo).
«Prefieren dar trabajoa un español»
¿Se distingue entre los sin papeles y los nacionalizados? Aída cree que no. «Yo tengo papeles, y los papeles son españoles. Yo no», resume. «Pero no, lo que pasa es que prefieren darle el trabajo a un español», dice.
Aún así, Carlos cree que a día de hoy la situación está más normalizada. «Eu traballo na canteira desde hai moito tempo, e antes case non vías mulleres, mentres que a día de hoxe son case o 50%. Os empresarios empezáronse a dar conta de que o importante é que a persoa traballe, sexa home ou muller, español ou inmigrante», dice.
El trabajo, sin duda, es lo que les preocupa. Es el tema en el que deberían trabajar los políticos, a los que no les reclaman medidas especiales para ellos. Tampoco creen que las haya, o al menos dicen no conocerlas. «Lo que hay que hacer es que haya trabajo, porque cuando hay trabajo, hay trabajo para todos», asegura Cristina.
«Os meus fillos nonvan volver, pero eu si»
Todos reconocen estar bien en Galicia, pero no ocultan que existe la morriña. En el caso de Carlos, la cura yéndose a su Chaves natal casi cada fin de semana. «Ao final está a pouco máis de hora e media», dice. Aída lo mira con cara de envidia. En su caso, su relación con su hija mayor, que todavía reside en Colombia, se reduce al teléfono. «Lo más duro del cambio fue la morriña, ahora me estoy acostumbrando», explica, aunque sueña con el día que pueda regresar a su país natal. Pero no para quedarse, sino para traerse a su hija. «Lo malo son los papeles, son unos trámites muy largos», cuenta apesadumbrada.
Cristina y Carlos, sin embargo, sí piensan en regresar. Carlos sabe que sus hijos tienen su vida en O Barco, «e non van volver», pero él lo acabará haciendo. «Temos alí as terras, e nalgún momento nos teremos que facer cargo delas», explica. En el caso de Cristina, dice que en Galicia es feliz (sobre todo desde que pudo traerse a sus dos hijos), pero se le alegra la vista cuando piensa en regresar a Colombia «algún día».