Los socialistas afrontan su congreso ajenos a cualquier crisis y con un líder indiscutido. Pero por lo visto ayer, esa placidez, unida a cierto agotamiento del discurso social de Zapatero, ha generado temor a morir de éxito ahogados en una balsa de aceite. Dicho de otro modo, Zapatero es consciente de que le quedan como mínimo cuatro años de Gobierno que habrá de afrontar de forma muy distinta a la legislatura pasada.
Primero porque, sorprendentemente, ha llevado casi al límite en solo cuatro años un programa social que parecía muy ambicioso, hasta el punto de que ahora se ve obligado a frenar el ímpetu de su propio partido en esta materia. Y segundo, porque por primera vez en muchos años es el PP el que aparece como una fuerza renovada y el cambio de discurso de Rajoy en torno a la lucha antiterrorista y los nacionalistas ha dejado a Zapatero sin materia de confrontación política. Como remate, tampoco es época para presumir de economía.
En ese clima, el congreso del PSOE se esfuerza en abrir, casi con angustia, nuevos temas de debate. Así se entiende que solo a última hora se hayan incluido en la ponencia cuestiones tan relevantes como la eutanasia, el aborto o el voto para los inmigrantes, que hace un mes no existían en la agenda del PSOE para este congreso. Zapatero sabe que los tres temas le garantizan horas de debate parlamentario con Rajoy y le libran por ahora del horror al vacío.
Y, por lo visto ayer, el otro gran puntal al que el PSOE se va aferrar en los próximos meses es la defensa de la pluralidad lingüística frente al empuje del manifiesto en defensa del español.
Como Lenin -con perdón-, cuando se preguntaba «¿qué hacer?», pero sin dar respuesta, Zapatero afronta el congreso preguntando, más que proponiendo, hacia dónde quiere ir el PSOE. La cuestión no es baladí porque hay dos caminos: disputar al PP el centro al que Rajoy apunta más que nunca, -por lo que se inclina Zapatero-, o insistir en el viraje a la izquierda, que le dio el triunfo en las últimas elecciones a costa de IU, como pretenden muchos delegados.
Eso en el terreno de las ideas, porque en el de las personas el PSOE es consciente también de que una profunda renovación es necesaria. José Blanco lo vio antes que nadie. Con Zapatero o sin él, el PSOE no puede afrontar en el 2012 el reto de un tercer mandato con las mismas caras. Aznar estuvo solo ocho años y el país, incluida parte de la derecha, parecía ya cansado.
También obliga a renovar el hecho de que Rajoy le ha robado la bandera de la juventud y las mujeres en la ejecutiva. Al margen, a Zapatero se le aprecian ya síntomas del síndrome de la Moncloa, que lleva a preocuparse más por la política exterior que por la doméstica. En esa coyuntura se requiere reforzar y renovar el partido más que nunca. Por ello, y para retomar la iniciativa, la ejecutiva que se conozca hoy será casi con seguridad una sorpresa mayúscula, mucho más allá de lo intuido o de que Leire Pajín pueda ser la número tres. Ojo. Hablamos de que en el PSOE puede haber hoy un terremoto, que no llegará al adiós por las bravas de González en 1997, pero será notable. Atentos.