Esperanza Aguirre pica hasta sin cebo

La Voz

ESPAÑA

20 abr 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

¿Por qué no parar a Esperanza Aguirre ahora cuando comienza a tomar fuerza? Del 9 de marzo no hay duda de que salió un Mariano Rajoy nuevo que desconcierta incluso a los suyos. Acostumbrado a guardar problemas en el armario, donde le crecían -como la candidatura de Ruiz Gallardón-, ahora decide y sorprende. El amigo gallego de Rajoy que inventó la frase «Mariano no se moja ni lloviendo» puede ir archivándola. O renovándola, que es lo que se lleva.

Primero fue la designación de Soraya Sáenz de Santamaría y Pío García Escudero como portavoces parlamentarios. Le toleraban al segundo si mantenía las esencias en el primer puesto: o sea, siempre que no renovara y dejara intacta la continuidad del aznarismo, preparatoria del esperancismo emergente.

Amortizado Zaplana, cualquier veterano hubiera valido, desde Costa, más próximo a Rato, al recién llegado Pizarro. Mariano habló claro, y Soraya se puso a renovar de verdad. El incendio estaba servido. Los escaños populares rugían y los contratados por los obispos blasfemaban. Desde entonces, Esperanza amaga todos los días. Se pirra por disputarle la presidencia del PP, camino de la candidatura a la Moncloa, y resiste mal la presión de sus partidarios políticos, mediáticos y de clan que la conducen entusiastas a la victoria. O al sacrificio.

¿Cómo no la va a empujar Ignacio González, su vicepresidente, que heredará la Comunidad de Madrid en cuanto dé el paso, quizás en semanas? ¿O los que pueden ser ministros si Esperanza Aguirre es presidenta algún día, o se quedarán en consejeros para siempre, con Zapatero o con Rajoy? ¿O los periodistas molestos con Mariano porque no sigue sus dictados y los desafía con su independencia?

Lo malo de dar un paso al frente, y doña Esperanza lo da o amaga con hacerlo a diario, es que cuesta más darlo hacia atrás. La presidenta tiene virtudes evidentes pero desconoce la finezza política del maestro Giulio Andreotti -asignatura en la que la aventaja Mariano- y, aunque le disguste reconocerlo, ella exhibe un estilo más berlusconiano, más de tremendismos poco pensados.

Cierto que esta semana se ha distanciado de Berlusconi, quien criticaba a Zapatero por haber nombrado tantas ministras: «Eso es lo mejor que ha hecho Zapatero», dijo frente al misógino primer ministro italiano. Pero lo suyo es ese estilo de declaraciones poco calculadas. Y en uno de esos tremendismos, después de agredir a Rajoy con eso de que gusta más a los socialdemócratas, el nuevo Mariano, que ya no se las calla, le responde algo que hasta puede interpretarse como que le indica el camino de la puerta, o al menos de la guerra abierta.

Lo que quizás infravaloren los sorprendidos adversarios internos de Rajoy es la fuerza de su autonomía, producto de la sensación de libertad que por fin ha alcanzado. Él no impide a Esperanza que se presente. Al contrario, le encantaría legitimar su liderazgo frente a ella en el congreso y no acreditarlo ante un segundón. Esperanza juega su última oportunidad por edad, mientras que Francisco Camps, quince años más joven que ella, puede permitirse dos, cuatro y hasta ocho años más de Rajoy.

Al final, el que lo vio más claro fue el navarro Miguel Sanz. Sentado hace unos días en Madrid ante Esperanza y el propio Rajoy, alguien le preguntó qué le parecía la candidatura de la presidenta. Arrancó celebrando que haya competición interna, pero citó a un amigo suyo pescador, que lanza los anzuelos sin cebo al tiempo que dice: «¡Aquí no se engaña a nadie! ¡El que quiera picar que pique!». Todas las miradas se fueron a la demudada presidenta. El empresario Antonio Catalán, gran amigo de Miguel Sanz, le espetó a la salida: «!Mira que somos brutos los navarros!». Y pedagógicos.