Vacía por completo y falta de paredes y almenas, aún es la fortaleza que según la leyenda levantaron los moros, uno de los cuales salió ladrón de zapatos
12 mar 2010 . Actualizado a las 10:10 h.Cuando el coche recorre la autovía de las Rías Baixas, allá donde Galicia se llama A Limia, la torre de Sandiás parece estirarse, altiva, y muestra su lado sólido. Pétrea, consistente, firme, inaccesible, casi perpetua. Pero si se accede a ella desde la vieja y ya poco transitada carretera nacional 525 el espectáculo es diferente por completo: ¡está hueca! Pero no se trata de que no tenga nada dentro, no, sino de que parece un mero decorado. Claro que en cualquier caso sería un decorado cuyos orígenes se ignoran pero que parece que datan del siglo XII. Y puestos a decirlo todo, debajo de sus primeros sillares se oculta una aldea prehistórica, un castro jamás excavado y que quizás jamás se pueda excavar.
El castillo se ve en poco tiempo porque, fuera del caserío abandonado que yace a sus pies, no hay más. Pero en la zona, sí. Para empezar, a tiro de ballesta pasa el Camino del Sudeste a Santiago, y son numerosos los peregrinos que se desvían para hacerse la foto con el torreón de telón de fondo. Además, a menos de diez minutos a pie espera la iglesia de bella fachada renacentista, con crucero al frente y suelo empedrado.
Xabier Feixoo recorre esa loma constantemente. Él sabe todo no solo de la torre de Sandiás «ou torre co Castro, como se lle chama por aquí», aclara, sino de la desaparecida laguna de Antela. Se carga sobre sus hombros la tarea de mantener ?¡y de qué ejemplar manera!? la página culturapopulardesandias.com, no oficial, en la que recoge varias leyendas relacionadas con la fortaleza. «A miña relación coa torre foi como a de todos os rapaces de Sandiás: a través das lendas que contaban os nosos maiores». Dice.
Feixoo se hace eco de una de 1931 que asegura que el castillo «foi feito polos mouros cando o de Pena, que está a uns 7 quilómetros. Fixeron por debaixo da terra unha estrada dunha torre á outra e por ela andan os mouros». O esta otra igual de deliciosa y vieja: «Dentro do castelo hai un pozo con varios metros de auga, moi escuro, e por il ten entrada, e debaixo hai un salón con moito ouro».
Quizás lo que más llama la atención es la casa da Lagoa de Antela (988 465 001), un centro de interpretación basado en esa laguna que ya en el XVIII algunos querían que fuese desecada aunque tal barbaridad no se consumó hasta el XX. Feixoo dice que el centro de interpretación «é o escaparate da zona», situado en la villa de casas bajas que conforma Sandiás, alguna de cuyas calles ha sido empedrada.
Claro que no a todos les ha ido bien en la torre de Sandiás. Consta que al comienzo de los años treinta del siglo pasado alguien le narra al recopilador del folclore municipal ?publicado en la revista Nós? que «os vellos contan que cando seus avós eran mozos xuntaron varias escadas e subiron a ela e un que se chamaba o tío Curcumba paseábase polo alto e foi un mouro e marchoulle cun zapato». Y es que un zapato era un tesoro, y perderlo una desgracia. Mejor que cargue con la culpa el moro.