Al principio fue el redondeo. Más tarde llegó el mazazo de la inflación desbocada. Y después ya es ahora, justo cuando Galicia se topa de bruces con una crisis que deja al consumidor al límite de su capacidad para estirar la nómina. De ahí el ahogo de buena parte de la población, reflejado en una comparación tan odiosa que habla sola: mientras las nóminas de los gallegos crecían en seis años un 9,4%, los redondeos abusivos hacían que los precios de los productos básicos y de ocio engordasen seis veces más deprisa, para incrementarse en un 60%.
En ese desfase nace la asfixia del presupuesto familiar, retratada por La Voz durante los siete años en los que ha seguido la evolución del coste de la cesta de la compra en un mismo supermercado de Vigo. El experimento comenzó horas antes de que la moneda única se adueñase de los bolsillos y ha durado hasta ayer mismo, cuando pudo comprobarse que algunos productos básicos cuestan ya un 150% más que en diciembre del 2001.
Es el caso de un clásico de la gastronomía gallega, el garbanzo: el kilo salía por 200 pesetas (1,20 euros) antes de que Europa se abrazase a su nueva moneda, pero ahora se cotiza a 2,99 euros (casi 500 de las extintas pesetas). Y así es difícil comerlos con callos o chorizo, sobre todo cuando se comprueba que los productos cárnicos salen un 60% más caros que en tiempos de la pela.
Otros casos
El caso del garbanzo es el más extremo, pero hay otros muchos similares. Pueden jurarlo los amantes de la fabada, que pagan el doble que hace seis años por unas alubias idénticas. O los fieles de la patata gallega, tubérculo que pese a las crisis sucesivas sale en el súper por el doble: con los 2,65 euros que hoy se paga por un kilo, en el 2001 daba para comprar la misma cantidad de patatas y añadirle un litro de leche, una barra de pan y un paquete de macarrones. Claro que entonces la leche no era el producto de lujo que es hoy: la caja salía por 0,68 euros, un 40% menos que seis años y una apuesta mundial por el biodiésel después.
Y mientras los sabores patrios tocaban techo, los precios de las botellas de dos litos de algunos refrescos se multiplicaban por más de dos . Y en la misma proporción aumentaban los cubatas . Las 500 pesetas que costaban en la mayoría de los pubs urbanos pasaron a ser cinco euros, y desde entonces su coste ha engordado hasta seis.
Algo similar sucedía con el café de la mañana, el cine, las chucherías o el futbolín: según la asociación Ceaccu seis años de redondeo e inflación galopante han multiplicado esas tarifas por dos. Piensen si no en el gasoil: cuando la peseta reinaba, valía 110 por litro, pero ayer el precio ni siquiera lucía los 1,10 propios del redondeo aberrante, sino que se vendía ya por 1,20.