El fin del ciclo inmobiliario parece haber llegado. La primera víctima de la desaceleración es el grupo Llanera, del que Fernando Gallego es consejero delegado. Curtido en los entramados del ladrillo desde su niñez, con solo 11 años comenzó a trabajar como peón en la empresa de su familia especializada en construcción de obras de edificación industrial. Estudió Ciencias Empresariales en la Universidad de Valencia y amplió su formación con un máster de urbanismo y un programa de directivo en la Universidad de Navarra.
Con el objetivo de situar su empresa entre las diez punteras del sector en España, generó gastos de márketing y publicidad, totalmente desproporcionados en función de los datos de facturación, y esto parece haberle pasado factura a la empresa de Játiva. Su obsesión por crear una marca reconocida a nivel mundial hizo que volcase parte de sus beneficios en patrocinar equipos de fútbol, el Valencia CF, clubes ingleses y el equipo de baloncesto de Menorca. Paralelamente, inició una expansión en el extranjero abriendo sucursales en Londres y firmando un acuerdo con Wal Mart para vender viviendas en Inglaterra. Sus apuesta fuerte la hizo en terrenos rústicos: posee 40 millones de metros cuadrados, a la espera de una recalificación que parece no haber llegado, para construir viviendas residenciales preferiblemente con campos de golf, segmento que es el más castigado con el nuevo cambio de coyuntura en el sector.
Con una deuda cercana a los 700 millones de euros, y la insolvencia demostrada en los últimos meses a la hora de pagar a los proveedores, la suspensión de pagos es la solución final para una empresa que basó su modelo de negocio en una estrategia errónea, con un endeudamiento muy fuerte a corto plazo y obteniendo los terrenos a muy alto precio y largo plazo.
Gobierno, patronal y sindicatos esperan que no se produzca un efecto LLanera y todo quede en una mala gestión empresarial para evitar un derrumbamiento del sector.