Los nervios atenazaron a los vigueses en el primer tiempo y el descaro del canterano resultó clave
07 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Tenía que ser uno del filial y cuando el partido languidecía quien le salvase los muebles al Celta y certificase la permanencia. El triunfo definitivo ante el Alavés tiene nombre propio, el de Iago Aspas. El mediapunta del filial revolucionó el partido, envió dos avisos y marcó los dos goles del triunfo celeste. El segundo en el minuto 94, respondiendo con la misma moneda que tantas veces a lo largo de la temporada ha condenado al Celta. Iago salió de Balaídos como el nuevo ídolo de un celtismo que llevó a su equipo en volandas y le perdonó absolutamente todo. Porque de fútbol, la final por la permanencia de fútbol tuvo más bien poco. Algún destello cuando la cita se partió y porque para entonces el moañés estaba en la cancha. Los nervios del principio Los nervios nublaron al Celta en el primer tiempo. El equipo celeste fue un manojo de imprecisiones a la hora de mover el balón, se precipitó en exceso, apenas fue capaz de pisar al área rival -lo hizo alguna vez de un modo esporádico por la derecha con Dani Abalo- y a la contra el Alavés movió mucho mejor el balón y llegó mucho más. Con un campo entregado el colectivo celeste le echó todas las ganas del mundo, pero sin ninguna idea, y con voluntad únicamente es imposible tumbar a cualquier rival. La única ocasión clara la tuvo Abalo al robar un balón dentro del área y disparar a la red por fuera al estar demasiado escorado. Los vitorianos jugaron sus bazas. Sin prisas, apretando en defensa y dejando claro su querencia por el balón cada vez que robaban. Ganando la espalda a una defensa con males irremediables pusieron a prueba a Falcón en un par de ocasiones y fue el portero gaditano el artífice de evitar el primer tanto vasco antes del descanso. Almirón, el central, recibió el balón solo en el área pequeña en un lance de estrategia y solo el desvió del portero evitó el mazazo. El segundo tiempo comenzó con sustos. Falcón volvió a ganar crédito ante Javi Guerra y el Alavés decidió tomar el mando de las operaciones. Con el Celta replegado el duelo comenzó a partirse, en convertirse en una cita de ida y vuelta acrecentado con la irrupción de Iago Aspas en el campo en un intento de Eusebio por dar un paso al frente. Se notó la entrada del moañés en el campo, porque le dio profundidad a los suyos y a punto estuvo de cubrirse de gloria al plantarse en un mano a mano con Bernardo del que salió victorioso el meta visitante. De nuevo el mediapunta del filial pudo matar el partido en un robo en medio campo con tiro en la frontal y rechace de Bernardo. La conexión de Barreiro A la tercera fue la vencida. Funcionó la conexión con Abalo y un centro del arousano acabó con testarazo del moañés. Faltaban diez minutos y la permanencia parecía encarrilada, pero el Celta siempre da vida a sus rivales. Por eso a falta de dos minutos llegó el empate tras un fácil desborde que posibilitó a Juanjo empatar a falta de dos minutos. Entonces entraron las dudas. El empate no era malo pero los vigueses habían acariciado la salvación y tenían que volver a empezar. Y cuando más de uno ya estaba pensando en el viaje a Sevilla emergió de nuevo Iago Aspas para cerrar el partido, la permanencia y desatar el delirio en Balaídos. Por fin se acabó la pesadilla. Que no se repitan porque van dos avisos. Y el tercero... mejor no tentarlo.