Ronaldinho colmó la paciencia de la directiva, los técnicos y el entorno del Barça, que encubrían sus excesos nocturnos mediante lesiones fingidas y ya piensan en venderlo
28 mar 2008 . Actualizado a las 02:00 h.Circula un chascarrillo en Barcelona que espeta con ironía: «Eres más previsible que Ronaldinho a la puerta de una discoteca». Lo difundieron los que lo vieron en la Puerto Príncipe de Salou, Catwalk de Rio de Janeiro, la Sol o la Sandunguita de Barcelona, en el local donde festejó una despedida de Messi o en el que toca cada semana su canción «Goleador» con su grupo Samba Tri. Así están las cosas en Can Barça. El ídolo dejó de pasear su sonrisa por los campos de todo el mundo a provocar carcajadas universales. ¿Qué le pasa a Ronaldinho? Nada nuevo, según parece.
Tres versiones
La versión oficial es que está lesionado. Circula otra igualmente válida, participada por su propio entrenador, Frank Rijkaard, que acude a argumentos etílicos. Una tercera vía, más disparatada, vincula una supuesta relación del crac con la hija del míster, la veinteañera Lindsay, lo que habría enviado al ostracismo al diez culé. Anteayer, la junta directiva se reunió de urgencia. Llegó a dos conclusiones. Una, mejor es no menearlo. Al brasileño se le han terminado las coartadas. Dos, del verano no pasa. El problema es que el propio jugador con su falta de profesionalidad se ha devaluado de manera que será complicado encontrar un club que pague por sus derechos con dos años de contrato por delante.
El brasileño no juega desde hace veinte días, pero lo peor es que no hay perspectivas de que vaya a hacerlo en breve. El gaúcho pisa un punto de no retorno.
Tras la derrota contra el Villarreal (1-2), Ronaldinho se vio titular hasta el entrenamiento del miércoles por la tarde. El jueves por la mañana no trabajó aduciendo molestias musculares. La noche anterior había sido sonada la fiesta de despedida que la plantilla ofreció a Lionel Messi (su mejor amigo en el vestuario) antes de irse a Argentina para recuperarse de su lesión en el bíceps femoral. Estaban todos, pero sólo el brasileño se borró del posterior entrenamiento. Fue el comienzo del fin. Era la nueva versión de las gastroenteritis e indisposiciones que le permitieron no entrenarse en innumerables ocasiones. Sólo que esta vez el cuerpo médico cortó por lo sano y emitió un comunicado desmintiendo la supuesta lesión.
La semana siguiente fue tensa. Las «molestias» persistieron y él se ofreció a «sacrificarse» por el equipo. Rijkaard lo dejó fuera. Su cumpleaños fue al día siguiente. Surgieron dudas acerca de sus condiciones físicas en ése entrenamiento matinal. El holandés las despejó: «Hoy, ha venido bien. Otras veces...». También se le había terminado la protección del técnico. Tampoco jugó contra el Valladolid.
La temporada pasada, el jugador se había refugiado en el gimnasio ante su alarmante falta de forma física desde la disputa de la Copa América. El cuerpo técnico intentó paliarlo con cinco planes específicos de entrenamiento. Esta campaña, ya lleva tres.
No se le conocen a Ronaldinho negocios paralelos al fútbol (eso es asunto de su hermano Roberto, la agenda de patrocinadores la lleva su hermana), pero sí ha cambiado sus compañías. Dejó a un lado al vestuario (sólo se saluda con Messi, Deco y Gudjohnsen en un grupo en el que Eto'o es su principal detractor) y está más unido a la muchachada de Casteldefells y de Sitges. En la directiva, se quedó sin su gran valedor con el adiós de Sandro Rosell (que llegó a recomendar su traspaso antes de la decadencia) y perdió el apoyo de Laporta.
Su vida de siempre
El jugador siempre se ha jactado de saber compaginar su vida nocturna con su rendimiento. Ahora que la primera alcanza más notoriedad que el segundo, se siente chivo expiatorio de los males del Barcelona y víctima de las filtraciones del propio club. En su actitud subyace una incumplida promesa de ampliación de contrato, mientras que compañeros y jefes observan en él una peligrosa falta de profesionalidad que colmó su paciencia. Una fuente del entorno culé explica: «Se ha extraviado, ha perdido el norte por culpa de la noche y no hay evidencias de que quiera reaccionar».
Los periodistas que comparten el día a día con Ronaldinho son tajantes. «Es un caso de muy difícil solución; es tarde para que cambie y no tiene el físico para ser el de antes; su ciclo se acabó», opina Jordi Gil, del Sport. «Rompió la inercia del Barça a su llegada y otra vez veremos cómo se va por la puerta de atrás», añade Roger Torelló, de El Mundo Deportivo. Mientras, se multiplican los testigos y los vídeos de sus juergas. Ahora también se recuerdan sus fiestas en el Mundial de Alemania o sus escarceos con prostitutas en las concentraciones, como relata en su libro Luis Fernández, su técnico del PSG: «En las concentraciones se llevaba a las mujeres a la habitación. Y después frecuentaba las discotecas. Sus compañeros protestaban, pero él se creía por encima del resto».