A Curota sufre a los vándalos

María Hermida
María Hermida RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Letreros e incluso barandillas de piedra están totalmente arruinados

04 mar 2011 . Actualizado a las 12:09 h.

A Curota transmite paz. Subir hasta el mirador y echar un vistazo a la ría puede ser considerado casi como un acto de liberación, porque uno se siente insignificante el lado de tanta belleza. Los ojos casi no dan para ver tanto paisaje ni los pulmones pueden con tanto aire fresco. Debe ser por eso que cualquier día de la semana, hay turistas en lo alto del monte. Sin embargo, parece que no a todo el mundo la cima de A Curota le inspira paz. Solo así se entiende la proliferación de actos vandálicos. Da igual cuantas veces el Concello o la mancomunidad pongan letreros y adecenten los espacios más visitados. Cada poco son pasto de pintadas y fechorías. El recorrido por esos desaguisados empieza en el punto neurálgico del turismo: el mirador que hay en la cima.

Lo primero que ven los turistas, nada más apearse del coche, invita a salir corriendo. Suele haber tirados papeles, botellas de agua... restos que denotan el incivismo de algunos. Luego, recibe un cartel con el cristal hecho pedazos. Y, por si con eso fuese poco, las escaleras que llevan al mirador tienen un agujero que cuidado con que uno meta el pie en él. Ahí, más que vandalismo, hay que hablar de abandono o descuido por parte de la Administración. En la cima, las huellas de los vándalos son alargadas. Pintadas por todas partes y las barandillas de piedra arrancadas de su sitio. ¿Quién pudo hacer semejante cosa? Se preguntan muchas de las personas que suben al lugar.

Aguar la fiesta

Algo mejor pinta la cosa en el otro mirador, el de Valle-Inclán. Se nota que el Concello lo adecentó hace poco tiempo. Sin embargo, ya hubo quien quiso aguar la fiesta. En uno de los mejores paneles que hay para interpretar lo que uno está viendo -el letrero ubica cada municipio de la ría- alguien hizo un agujero, con lo que la información se va al garete. Asimismo, las pintadas también se cuentan al por mayor. Ni siquiera se respetó el texto que habla del genial artista, que también tiene un garabato. Viendo todo esto, solo cabe una palabra, por cierto, vinculada al escritor al que se honra en el mirador: esperpento, un auténtico esperpento.