El derrumbe del tejado del pazo de Goiáns evidencia el deterioro que acusa el edificio

BARBANZA

La incógnita sobre si el convenio firmado saldrá adelante hace que ni dueños ni Concello frenen su mal estado

18 ene 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Muy esplendoroso tuvo que ser el pazo de Goiáns boirense, cuya construcción actual data del siglo XIII, para que, en el estado en el que permanece, todavía sea capaz de provocar admiración e incluso escalofríos a quien se pierde por su gigantesca finca o recorre sus estancias. La edificación que un día atacaron los Irmandiños, esa que sirvió a María Mariño como refugio para componer versos, sigue guardando su majestuoso brío, como si con él quisiese rebelarse contra los años de espera para ser rehabilitada. Pese a ello, pese a esa belleza que aún guarda, a día de hoy el deterioro ya es palpable en cualquier rincón del inmueble y de su entorno. Sobre todo, si se tiene en cuenta que buena parte del tejado se ha desplomado y esto ha provocado una larga cadena de consecuencias.

Lógicamente, al caer las tejas y demás elementos, las goteras que desde hace años padece el edificio aumentaron a un ritmo vertiginoso. Y, de hecho, los propietarios, Marcelino Fernández y José Ces, aseguran que «o raro é atopar un sitio onde non caia a auga». Con ello, y también con el efecto de la carcoma, la madera sufrió enormes daños y ya es imposible poder andar por algunas de las estancias. Resulta llamativa la situación de una de las salas, ya que en el 2003 era de las que mejor lucía, incluso con un suelo restaurado, y ahora ni siquiera se puede pasar por ella debido a que la estructura del tejado se le vino encima.

Sólidos cimientos

Tanto los propietarios del inmueble como el Concello son conscientes de la delicada salud del pazo. Y aunque desde ambas partes se reconoce la urgencia de actuar, también se destaca la solidez de los cimientos, que no hacen pensar en que el edificio vaya a caer de un momento a otro. El edil de Urbanismo boirense, Xoán León, afirmó ayer que el Ayuntamiento incluso pidió la opinión de un arquitecto y este indicó que la estructura de la torre, por ahora, no corre peligro.

Dueños y Ayuntamiento coinciden en más cosas. Ninguna de las dos partes está dispuesta a echarle mano al pazo mientras que no se sepa lo que va a ocurrir con el polémico convenio urbanístico firmado en el mes de mayo. «Tampouco se pode inverter sen saber se a Xunta vai aceptar o que se lle propón, de converter o edificio en público e recalificar A Pedreira», asegura Xoán León.

Porque con Goiáns nada está claro. Pasaron siete años desde que la familia Revilla vendió el pazo; llegaron a firmarse dos convenios con finalidades muy distintas; Eroski, que lo había comprado, ya se deshizo de él, y la Xunta sigue sin decir si es posible o no que el edificio sea público en las condiciones que se le proponen. Y la incógnita ya es total cuando se le pregunta al gobierno local el uso que podría tener si algún día es de propiedad municipal.