Los productores que secundan el paro también ocuparon durante la mañana el muelle de Vilanova
20 ago 2008 . Actualizado a las 02:00 h.A alguno de los bares del entorno del puerto de Vilaxoán, ayer se le acabaron los azucarillos del café a eso de las diez de la mañana. Desde tres horas antes, alrededor de un centenar de bateeiros merodeaban por la zona y se relevaban en las mesas de ese local para tomar cafés y tentempiés varios. «E esta demanda non hai quen a resista», bromeaba ayer uno de esos mejilloneros. Él había llegado de O Grove, y no tenía pensado regresar a la península meca hasta después de comer. Desde ese municipio había salido gente, también, hacia Vilanova, Pobra y Moaña. Es decir, hacia todos los puertos susceptibles de ser utilizados por Virxe do Rosario y Arousa Norte para realizar una descarga imprevista de mejillón de industria.
Pero las descargas no se llegaron a producir, y los bateeiros dejaron transcurrir la mañana paseando por el muelle, enzarzados en conversaciones que siempre volvían sobre lo mismo: los problemas que arrastra el sector mejillonero y la unión que es necesaria, sostienen, para solucionarlos. Los bateeiros aseguraban que una demostración de fuerza como la que ayer protagonizaron debería haber tenido lugar ya el lunes, cuando en el puerto de Vilaxoán se centralizaron las descargas de una decena de barcos llenos de mejillón para fábrica. «Iso non llo debimos consentir», se oía ayer, igual que se había oído el lunes en Vilanova, justo antes de que los piquetes paralizasen las descargas.
La tranquilidad de la mañana solo se vio alterada en dos ocasiones. La primera, cuando empezó a circular el rumor de que un barco cargado con mejillón viajaba en dirección al puerto. La segunda, cuando empezaron a llegar los bateeiros que habían estado apostados en otros muelles para, todos juntos, iniciar un lento trasvase hacia las puertas de un cocedero cerca de los depósitos de Ferrazo. Allí se produjo una breve concentración, tan breve que apenas duró unos minutos. Tiempo suficiente para que los trescientos manifestantes cortasen el tráfico durante un par de minutos y lanzasen un par de petardos. Después tocó la desmovilización. Y, sin esperar a la tarde, cada bateeiro volvió a su puerto.