Los gitanos expulsados por Francia tampoco son queridos en sus países

Paco Soto VARSOVIA/COLPISA.

INTERNACIONAL

«Aquí somos como vagabundos», denuncia al llegar a Bucarest uno de los deportados por las autoridades galas

05 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Las expulsiones masivas de ciudadanos búlgaros y rumanos de origen gitano del territorio francés han desencadenado un profundo malestar y críticas en la UE. Bruselas ha pedido explicaciones a París por estas expulsiones y ha expresado su preocupación por el gran número de gitanos que tienen que abandonar los países más pobres de la Unión e instalarse en la parte más desarrollada del club comunitario, sobre todo en Francia, España, Alemania e Italia. Los gitanos también han protestado al no sentirse aceptados en sus países de origen.

«Aquí somos como vagabundos. No tenemos trabajo, no tenemos nada», afirmó al llegar a Bucarest Gheorghe Ion, uno de los expulsados de Francia. «Nos quedaremos en casa si encontramos trabajo, pero es difícil porque el país es muy pobre», indicó otro rumano que se vio obligado a abandonar Grenoble con su familia.

Las autoridades de Rumanía y Bulgaria, los dos países más atrasados de la UE, han reaccionado con firmeza ante la decisión de París. En Rumanía, la Alianza Cívica de los Gitanos, que agrupa a 21 colectivos, hizo un llamamiento a boicotear los productos franceses y a una manifestación el lunes. Según el portavoz de esta organización, «hay que recordar al Gobierno francés que los derechos fundamentales no se negocian». En Chequia, donde viven unos 300.000 gitanos, el ministro de Exteriores, Karel Schwarzenberg, acusó a Francia de racista, porque «la manera en que se realiza la expulsión contradice las reglas comunitarias». A su juicio, «al observar la política de seguridad francesa, uno no evita la sospecha de que el racismo desempeña un papel importante».

La polémica sobre esta expulsión masiva también ha vuelto a recordar la grave situación de los gitanos rumanos y búlgaros en sus países de origen y en el conjunto de la antigua Europa comunista. Tanto en Rumanía, donde residen dos millones de gitanos, como en Bulgaria, con unas 850.000 personas de este origen, la miseria, la discriminación y el racismo acompañan a este colectivo. Siete de cada diez rumanos rechazan que un gitano pueda integrar su familia. Para muchos de estos gitanos la emigración es la única salida para sobrevivir.

El director de la organización de defensa de los gitanos rumanos Amare Rromentza, Mihai Neacsu, explica que la mayoría de los gitanos que emigran forman parte de «comunidades tradicionales, muy pobres, que viven en zonas rurales, allí en donde están la mayoría de los problemas». Solo en Francia se calcula que viven unos 15.000 gitanos rumanos. En el caso de Bulgaria, en los últimos años, unos 50.000 gitanos han abandonado el país para trabajar, muchas veces clandestinamente, en España, Italia, Alemania y Grecia.

Bucarest y Sofía han puesto en marcha mecanismos que facilitan la integración de la comunidad gitana en la sociedad, sobre todo en materia de educación y de salud pública. En Rumanía, unos 650 mediadores escolares aseguran un vínculo entre la escuela y la comunidad y se formaron 500 profesores de lengua romaní. Pero tanto Bruselas como diversas oenegés consideran insuficientes estas medidas y acusan a los Gobiernos de los dos países balcánicos de «pasividad», y a la policía, de «racismo».