H. tiene doce años, estudia sexto de Primaria y es una de las dos alumnas del Cruceiro de Canido que acuden a clase con velo. La otra niña, N., llegó a Ferrol procedente de Mauritania. «Antes, cuando estaba en Marruecos, ya llevaba pañuelo, pero al llegar a España me lo quité. Después vi que N. se lo empezó a poner y entonces pensé que yo también podría usarlo», explica H. en un castellano casi perfecto tras haber pasado dos años en Ferrol.
Tanto la alumna como la directora del centro, Maravillas Beceiro, aseguran que el uso del hiyab por parte de la pequeña no ha generado ningún problema en las aulas del colegio. «El primer día que me lo puse me vestí de negro, porque es un color que me gusta y algunos compañeros me preguntaron si se había muerto alguien de mi familia; yo les expliqué que en Marruecos, cuando se muere alguien, hay que vestirse de blanco y les conté que llevaba pañuelo porque es una costumbre de mi país», explica H.
A su lado, Beceiro certifica ese clima de armonía y buena convivencia que se respira en el centro. «Los niños no se fijan en el pañuelo ni tampoco en la raza; aquí tenemos alumnos de muchas nacionalidades y jamás hemos tenido ningún problema. En la mayoría de los casos, somos los adultos, y no los niños, los que marcamos las diferencias», advierte la directora del colegio.
Al preguntare por qué lleva hiyab, H. no tarda ni un segundo en responder: «Lo uso porque es una costumbre de mi país y porque lo dice el Corán». También recalca que lleva cubierta la cabeza porque quiere y a renglón seguido apunta que en Marruecos «hay chicas que lo usan y otras que no».
Ajena a la polémica suscitada por el caso de la niña de Arteixo, H. vive feliz su día a día en el Cruceiro. «Estoy muy a gusto con mis profesores y compañeros y este cole me gusta mucho», dice con una amplia sonrisa dibujada en el rostro.