El déficit de las pensiones se dispara

Pedro Arias Veira Profesor universitario

ECONOMÍA

La comunidad gallega precisa 1.686 millones del resto del Estado para poder pagar a sus pensionistas; tiene 700.000 jubilados y los cotizantes apenas pasan del millón

07 dic 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El siglo XX fue una época de claroscuros para Galicia, de progreso y emigración, guerra civil y reconciliación, crecimiento general y desequilibrios internos, de inmigración a la vez que severo envejecimiento. Galicia inició el siglo pasado como la tercera comunidad más poblada de España, en la que uno de cada diez habitantes era gallego. Entonces contaba con una población joven y bien equilibrada, que revelaba los logros de un pueblo que mayoritariamente se ganaba el pan fecundando la tierra.

A mediados de siglo llegaron las décadas de la gran emigración europea, no tan irreversible como las oleadas anteriores hacia Sudamérica. Pero que, junto a las interiores a otras zonas de España, mermaron su potencial natural, por ser estar compuesta la emigración por los grupos de edad relativamente jóvenes, en edad laboral. No era una razón determinante, el fuerte crecimiento de los sesenta y setenta pudo haber provocado un baby boom , un especial repunte de la natalidad en la prosperidad. Pero entonces llegaron las corrientes culturales propicias a una nueva forma de entender la familia y las relaciones amorosas, que estadísticamente se reflejó en un acusado descenso de la natalidad.

De ahí que, en el último tercio del pasado siglo, los efectos de la pasada emigración y las nuevas corrientes de contención de la natalidad cercenaran la capacidad del crecimiento natural gallego. Ya se ha estancado, e incluso está retrocediendo, por lo que su peso demográfico en el conjunto de España es casi la mitad del que tuviera. Mostrando a su vez un problema de importancia trascendental, el de envejecer a ritmo acelerado.

La edad media de la población gallega ya supera los 45 años, un nivel inusual en la historia de la demografía mundial. Y cuenta con más personas mayores de 65 años que jóvenes menores de 20, exactamente 135 por cada 100. Un envejecimiento muy superior a la media española y también a la Unión Europea de los 27. Y que se acentuará con el paso del tiempo. Porque -debido a múltiples razones-, las parejas no se reproducen al nivel necesario para el reemplazo de la mermada población actual; Galicia presenta la limitada tasa de fecundidad de tan solo una media de un hijo por mujer. Y hasta aquí apenas llegan contingentes significativos de las corrientes inmigratorias de España.

Pérdida de habitantes

La conjunción de elevado envejecimiento y limitada fecundidad provoca una importante mortandad y una escasa natalidad, por lo que el movimiento natural o vegetativo de Galicia es negativo. Cada año perdemos ocho mil habitantes por mayor número de defunciones que nacimientos; el equivalente a una población de un municipio medio. Una regresión sin precedentes a lo largo de su existencia. A lo que se añade el aludido problema de que Galicia no es destino relevante para las nuevas corrientes de inmigrantes extranjeros, ya que su volumen no alcanza ni el 3% del total español. Por lo que se debe concluir, sin autoengaños ni rodeos, que no contamos con fuerzas demográficas suficientes para detener el imparable proceso de envejecimiento que está lastrando su futuro socioeconómico, político y vital.

Estas limitaciones poblacionales están provocando una nueva y especial dependencia, estructural y progresiva, de la ayuda y solidaridad del resto de España. Galicia carece hoy de la fuerza interior suficiente para sostener la base de su sistema de Bienestar Social. Consideremos las cifras globales más significativas de lo que somos, tenemos y dependemos. Hoy, Galicia representa el 6,3% de la población total de España, el 5,7 del empleo y el 5% de la generación de riqueza medida por el PIB. Pero contamos un 8% de las pensiones de la caja común estatal. Y esta primera aproximación de conjunto ya revela la desproporción, la discriminación positiva de que somos objeto desde la perspectiva de un modelo de reparto y solidaridad en las pensiones de jubilación. Que son abonadas por los activos ocupados, por las personas que están trabajando en toda España, y no solo en la comunidad que las recibe. El estudio concreto de los datos de los registros de afiliación y percepción, así como de los presupuestos de la Seguridad Social de España, permite conocer con precisión el alcance de los saldos que benefician a los pensionistas y a toda Galicia.

En el último año estadístico completo, el pasado 2007, el presupuesto de pagos de pensiones y sostenimiento del sistema de Seguridad Social para las cuatro provincias gallegas ascendió a 6.429 millones de euros. Mientras que las cotizaciones de los afiliados a la Seguridad Social en Galicia sumaban 4.743 millones de euros. Lo que arroja un déficit de 1.686 millones. Cantidad que equivale al 35,5% de los pagos que realizaban las cotizantes gallegos.

El declive

Son cifras y porcentajes muy importantes, que se enmarcan en una tendencia crónica negativa del sistema en Galicia. Nuestra comunidad no es capaz de pagar sus propias pensiones públicas; sin la solidaridad del resto de los contribuyentes españoles tendría que declararse en quiebra. Es la cruda realidad que debe reconocerse con objetividad y disponibilidad a extraer todas sus consecuencias. Cuanta más autonomía real, no digamos la independencia total, mayores serían las dificultades para el porvenir de Galicia. De forma inmediata sería declarar en quiebra, en suspensión de pagos, nuestro sistema básico de bienestar social.

En nuestra comunidad solo hay 1.072.200 personas ocupadas, trabajando y cotizando; mientras que el número de pensiones es de 709. 430. Lo que presenta una relación entre cotizantes y percepciones de 1,54; un nivel muy bajo que no garantiza la viabilidad a largo plazo de un sistema autónomo e independiente. Mientras que en España son 19.055.185 los cotizantes para 8.409.661 pensiones, ofreciendo una relación de 2,26; que sin ser elevada, todavía presenta cierto margen para la estabilidad.