Imagen a costa de muchos euros

Carmen Feijoo

BARBANZA

08 abr 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

La bandera azul no es un distintivo cualquiera. Aunque son muchos los que cada año cuestionan los criterios que se siguen para dar estos reconocimientos, desde el turista de Teruel al que llega de Verín pasando por el que voló desde Suecia, saben que ver un paño celeste ondeando en una cala es sinónimo de algo: ¿de calidad? A veces puede que no sea esa la palabra que mejor defina a los arenales con este galardón. Sin embargo, los visitantes saben, porque se trata de un premio con mucha trayectoria a sus espaldas, que, como poco, esas playas tienen unos servicios mínimos. Y, probablemente, una arena en condiciones y un agua óptima.

Llegados a este punto, podría pensarse que las banderas azules son la gallina de oro turística para los ayuntamientos. Pero tampoco es así. Porque lucir los distintivos no sale gratis. Lo saben bien quienes manejan la pecunia en las casas consistoriales. Y es que nadie debe llevarse a engaño. Las playas que consiguen el distintivo no son esas con una belleza natural despampanante; las calas dignas de postal. Puede que no ser un patito feo de los arenales ayude, pero muchos de los requisitos que se piden tienen bastante más que ver con los servicios que con las dádivas de la naturaleza.

Desde la instalación de accesos idóneos para que las personas con movilidad reducida puedan acceder a la arena y al agua hasta caseta de socorrismo pasando por duchas. Por no hablar de las numerosas exigencias medioambientales, con la erradicación de vertidos como protagonista, y la necesidad de que esas playas estén vigiladas y limpias durante toda la época estival.

Pocas ayudas

En realidad, no son exigencias de otro mundo sino fuese por el eterno problema. Las habas en los concellos están contadas y las ayudas que llegan de fuera no bastan. Alcaldes y concejales se quejan de ello y cuentan que en algunos sitios llegan a gastarse 100.000 euros por temporada para mantener el litoral a punto.

De todas formas, y pese al problema de la financiación, a los concellos barbanzanos les sigue yendo la marcha y cada año aumenta el número de solicitudes de distintivos. Lejos quedan aquellos años noventa en los que solo uno o dos arenales de la zona tenían nombre propio en el mapa de las banderas azules gallegas. Quizás, con las calas pase lo mismo que con cualquier otro producto. El márketing y la imagen es importante; imprescindible para venderse en el mercado. De ahí que cada año los ayuntamientos decidan rascarse el bolsillo y apostar por las banderas. O eso, o que, en realidad, lo que pide la Adeac es lo que debería hacerse aunque no se optase a premio alguno.