Cuando este asturiano (de Cudillero) toca a rebato no falta nadie. Suele hacerlo dos veces al año, las mismas que llega cargado de fabes de su Asturias (patria querida) natal. Es una liturgia que se viene repitiendo desde hace varios lustros. El principal requisito para disfrutar de ella es formar parte de la nómina de amigos de Pepe o, en su caso, recibir puntual invitación expresa. Una tercera vía es hacerse el sueco y colarse. Pero esa es otra historia.
Entre los que recibieron invitación para la que disfrutamos ayer (fabada, digo), estaba Alberto Núñez Feijoo. El presidente se mostró encantado con el platillo (en realidad platazo) que, sobre todo, le permitió salirse de ese menú fusionador único al que está abonado. De lo que no le libró fue de la tiranía del teléfono, un cordón umbilical del que no puede separarse. Claro que ese cordón también le sirvió para felicitar a la cocinera, Pilar Covelo que, pese a las muchas veces que ha sido reclamada su presencia, nunca se sienta a la mesa.
Los que no fallan (ayer tampoco) y siguen sumando trienios, son Manuel Rouco, Emilio Lagarón, Guerret Esser, Ángel Ratón, José Araújo, Enrique Carrillo, Francisco Bouzas, José María Fonseca... Este último recibió la primera ovación de los presentes. Y es que el presidente de Terras Gauda, lo es también desde esta semana de la Fundación para la Cultura de Vino. José María accede al cargo -«por unanimidad»- apenas un año después de la entrada de su bodega en la Fundación.
La lista de comensales, junto a Feijoo, la completaban Corina Porro, Chema Figueroa, Horacio Gómez, Martín Lagarón, Enrique Gutiérrez, José y Jesús Magaz, Ramón Vázquez, José Ignacio Garrido, Miro Carballo, Manuel López Garrido y Marcial Escudero. Éste jugaba en casa, ya que la cita fue el hotel México, establecimiento cuya dirección le tienen encomendada los hermanos Hermida.
Teniendo tan a tiro al presidente de la Xunta y pudiendo conocer datos de primera mano, fue inevitable que cayeran algunas preguntas sobre ese tema de moda que se titula Las Cajas. Desgranó datos y hasta se encomendó a la conocida parábola del vino -«lo que importa es la bodega, no la copa»-. Bien a su pesar, tuvo que acortar la sobremesa. Le esperaban en otro auditorio, donde tenía previsto ofrecer una serie de variaciones sobre el mismo tema.
Como a los allí presentes ya nos había puesto al corriente de lo último (quizá a estas horas lo penúltimo), nos entregamos al resto del ritual de estas fabadas cadavedianas, esto es a compaginar la charla distendida con la canción coral. Contar con dirección y voces tan autorizadas como las de Fonseca y Araújo (Con la Venia) evita que terminemos dando la nota más de lo estrictamente pasable. El programa musical empezó con Tragos de sombra. Lo que no sé es cómo acabó. O me quedaba a verlo o venía a contar lo ya visto. Y vine.
Es una conjunción que domina más que bien Manuel Sieiro. La primera por profesión y la segunda por vocación. Su faceta literaria la conocen bien por tierras de Valdeorras, que es donde ejerce de galeno.
Ahora ha dado un paso más con la publicación del poemario Van Gogh e outras cancións, que anoche presentó en La Casa del Libro de Vigo al alimón con Antonio García Teijeiro, autor que como se sabe lleva décadas poniendo mucho de su parte para conseguir que los más pequeños se enganchen a la poesía. Antonio y Manuel se repartieron la tarea de la palabra. Así, mientras el primero habló sobre la obra, el segundo se aplicó a la lectura de algunas páginas.
Tampoco faltó la música. En este caso la puso Teo Cardalda, que interpretó la canción que ha salido de las corcheas, y fusas que le sugirieron al de Bouzas los versos de Manuel. Según ha confesado éste, para dar con el motivo que inspiró el poemario hay que remontarse tres décadas atrás, a sus años de estudiante de Medicina en Santiago.
Solía frecuentar O Galo d'Ouro. Fue en este local donde una tarde empezó a escribir una poesía dedicada a Van Gogh, cuya pintura le tenía fascinado. Aquello no fue más que el principio de su segunda vocación, la de escritor a la que, entre consulta y consulta (médica) siempre ha procurado hacerle hueco. Pero que no teman sus pacientes que por muchos éxitos literarios que pueda cosechar no piensa aparcar la Medicina. «Soy un científico», dice. Pues eso.