Luis Bárcenas y un sobrino de Fraga logran escalar el Beluja siberiano

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade REDACCIÓN/LA VOZ.

SOCIEDAD

La expedición tuvo que evitar peligrosas grietas de 50 metros en los glaciares a causa del deshielo.

27 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Orgullosos tras hacer cumbre, tres alpinistas bajan con dificultad la montaña, enterrados hasta la cintura en la nieve blanda. En algún tramo, hasta los hombros. Querían descender en una jornada, pero avanzan despacio y asumen que tendrán que hacerlo en dos. Son los alpinistas españoles Luis Fraga (Bilbao, 1958), sobrino del ex presidente de la Xunta, y su amigo y ex tesorero del PP Luis Bárcenas, quienes, acompañados por el ruso Yuri Pliaskin, se convirtieron el pasado 18 de junio en los primeros españoles que escalaron el Beluja, el pico más alto de Siberia, de 4.506 metros.

Desean celebrar el éxito, pero ya no hay gas en el hornillo ni víveres para una noche extra. Reparten lo que queda: los fideos secos de una sopa de sobre, un terrón de azúcar que dividen en tres y agua fría. Más bien, nieve derretida sobre una superficie negra y colada por un anorak. «Los fideos estaban magníficos y el agua colada por anorak es lo mejor que existe», valora Fraga, que en la actualidad es senador del PP por Cuenca.

«En la nieve se forman grietas de unos 50 metros, y si caes en una te mueres, pero no tiene mucho más», ilustra Luis Fraga para exponer que el Beluja «no es un monte de gran dificultad».

¿Cuál es entonces la fiebre que ha llevado hasta Siberia a estos consumados escaladores del Everest o el Nanga Parbat? La aventura. Para entenderlo hay que retroceder en el tiempo otros cuatro días.

Los alpinistas avanzan ahora por lo que en Siberia se conoce como bosque intransitable. Sendas de lodo los acercan al lago Akkem, rodeados por el silencio sin fin de profundos abetales, roto por los ciervos, osos y lobos del lugar. Viaja con ellos Oleg, un cazador nativo que no se separa de su cuchillo, dos caballos de carga y un cruce de pastor alemán que es el que de verdad abre camino.

«Oleg representa la fuerza, la dureza, los valores y la nobleza del pueblo ruso. Es un cazador adaptado a un medio tan bello como salvaje. Su perro, también. Un día salió corriendo detrás de una liebre, la cazó y se la comió en el momento. Entera», relata Fraga. Al día siguiente, Oleg, el Derzu Uzala de la expedición, ya no estaba con ellos, pero el grupo sigue adelante con sus desvelos de nieve y glaciar. Primero, con caballos de carga. Después, a pie, retirando del sendero árboles caídos para conseguir avanzar por el barro.

«Un día, Reinhold Messner, que es el mejor escalador de todos los tiempos, me dijo que el futuro del alpinismo es ir adonde no ha llegado nadie. Cuando subimos al Beluja éramos los únicos en el macizo de Altái -se enorgullece Fraga-. Ese es el verdadero alpinismo, el de hace medio siglo. En el Himalaya ya es imposible. Allí subes con serpas y porteadores, y llevas como mucho diez kilos encima. Mi mochila en el Altái pesaba 30 y tuve que escalar con ella casi 5.000 metros».