Doce meses en una montaña rusa

PONTEVEDRA

Las relaciones entre los socios de gobierno han sufrido, pese a que se quiere transmitir lo contrario, serios altibajos desde las elecciones municipales

18 may 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El 27 de mayo del 2007, el Partido Popular recuperó en Pontevedra la condición de lista más votada que había perdido cuatro años antes. La irrupción de Telmo Martín arrojó un resultado que ni los más optimistas del PP habían soñado: con el 44% de los votos, se quedó a un solo concejal de obtener la mayoría absoluta. Pero la alegría no fue total porque los pontevedreses decidieron que no gobernara el PP, sino que dieron la posibilidad a BNG y PSOE de reeditar el pacto de gobierno. Arrancaba así el tercer mandato del nacionalista Miguel Anxo Fernández Lores, pese al duro varapalo sufrido en las urnas al perder la confianza de buena parte de los pontevedreses que habían respaldado su proyecto cuatro años antes. El BNG bajó de 10 a 7 concejales y el PSOE subió de 5 a 6. Suman 13, suficientes para impedir a Martín el acceso a la alcaldía.

Aquel 27 de mayo cambió radicalmente la política pontevedresa. Y aquel resultado electoral, que dejó a bote pronto a un BNG decepcionado y un PSOE exultante, ha dado paso a un primer año de gobierno presidido por los altibajos y las tensiones más o menos disimuladas entre las personas que sustentan el pacto de coalición.

Pacto de gobierno

La montaña rusa en la que se han embarcado BNG y PSOE en los últimos doce meses arrancó el día siguiente de las elecciones. Las urnas dieron como resultado un reparto de concejales que puso enormes trabas a la negociación del nuevo acuerdo de gobierno. De los 10 concejales nacionalistas y cinco socialistas del 2003 se pasó a una situación de casi empate, 7-6. Tanto uno como otro grupo tardaron en tomar plena consciencia de la nueva situación: los unos porque se subieron a la parra exigiendo y los otros porque no habían asumido el tremendo varapalo del 27-M.

Lores afirmaba el 3 de junio, en una entrevista, que habría pacto de gobierno «sendo conscientes de que a situación mudou como mudou». Y solo siete días después, cuando ya se habían iniciado los contactos entre ambas fuerzas, la líder del PSOE local, Teresa Casal, admitía que lo que más les separaba del pacto de gobierno era «la lectura del resultado electoral».

Algo de eso tuvo que suceder, porque la negociación de Pontevedra fue la más complicada de todas las que hubo en Galicia. Y eso que habían gobernado juntos los cuatro años anteriores, y eso que se conocían perfectamente, y eso que había un acuerdo marco firmado en Santiago... O precisamente, por culpa de todo eso.

Más de dos meses tardaron en cerrar un pacto cuya dura negociación pasó factura, y sigue haciéndolo, a las relaciones personales y a la confianza entre algunos de los concejales de una y otra fuerza política.

El pacto de gobierno fue el primer desencuentro del ejecutivo local todavía en ciernes. Luego vinieron bastantes otros: sobre los presupuestos municipales-que a día de hoy siguen siendo la gran asignatura pendiente del primer año de gobierno-; sobre las relaciones con Sanidade, que demostraron que Lores y Casal sencillamente no se hablan en las juntas de gobierno más de lo estrictamente necesario; sobre valoraciones políticas contrapuestas al hilo de Ence y su autorización ambiental integrada, cuando Casal llegó a pedir «moderación verbal» a su socio; o sobre el contenido de la ordenanza antibotellón, por citar solo algunos de los episodios de discordia protagonizados por ambos grupos en los últimos doce meses. Esos que han vivido en una auténtica montaña rusa de la que todavía no se han apeado.