El Ourense consuma un descenso que complica su supervivencia

OURENSE

19 may 2008 . Actualizado a las 10:15 h.

A la postre se quemó. Eran varias las temporadas que acumulaba el Ourense jugando con fuego y pasó lo que tenía que pasar. Ante el Alcorcón, el cuadro rojillo evidenció su cruda realidad. Salió a por el partido, pero la vida se la jugaba muy lejos de allí, en San Isidro, una pequeña localidad de la isla de Tenerife.

Desde los primeros instantes resultó evidente que las ideas balompédicas de los ourensanistas estaban alejadas del césped de O Couto. Fue una vez más Manu Taranilla el que despertó a sus compañeros con una doble y acertada intervención ante los disparos de Rodiel y Carlos Pérez, quién llegó libre al rechace.

Para tranquilidad de la parroquia local, la primera incursión realmente vertical de los rojillos terminó en gol. Álvaro volvió a desbordar a su marcador y metió un balón al área que Víctor Blanco despejó hacia su propia portería para sorpresa del veterano Raúl. El tanto, unido al que poco después encajó el Santa Brígida animó el graderío y, por ende, también a los jugadores rojillos, que pese al control del esférico de los madrileños, aprovechaban sus robos para llegar con mayor peligro.

Los Jaimes firmaron las opciones más claras en los mejores momentos de los anfitriones, que sin embargo se fueron apagando, aunque sus contrincantes tampoco mostraban la suficiente ambición para cambiar el ritmo del partido. Taranilla tuvo que sacar otra mano de oro a la media hora, después de una subida de Íñigo López al ataque. El susto más importante llegó cuando Gonzalo Rico, el delantero más incisivo de la escuadra amarilla sorprendió al meta local con una parábola que se estrelló en el larguero. Fue el epílogo de un primer tiempo que no dio para más.

Y es que la atención de jugadores y público seguía centrada en Canarias, pese a los esfuerzos de ambos entrenadores. Más si cabe, porque el Santa Brígida empató justo cuando los protagonistas de O Couto regresaban de vestuarios. Así, el período complementario fue un ir y venir del balón, sin ritmo, sin profundidad y hasta sin voluntad de modificar esa tónica de dejar pasar los minutos.

Entre un disparo de Anxo que detuvo Raúl y un centro del recién incluido Juan Estévez, al que no llegó Álvaro, la mayor parte de los futbolistas buscaban noticias del marcador de La Palmera. Al Ourense le abandonaban las fuerzas y lo atenazaba la incertidumbre, mientras que al Alcorcón el toque de balón en corto no le bastaba para sorprender en ataque, a pesar de que llegaba con gran facilidad a la frontal del área de su enemigo.

Desde cualquier sitio del campo se seguía con lupa cada gesto procedente del banquillo ourensanista, donde estaban recibiendo información puntual del encuentro en el cual se le iba la vida a uno de los históricos de la Segunda División B. Cuando el run run del segundo tanto del Santa Brígida fue confirmado mediante los aparatos de radio, incluso la concentración de los jugadores en el partido fue complicada. Los unos porque se veían descendidos y los otros porque no tenían motivación para urgar en la herida de sus adversarios, ni necesidad de forzar la máquina a pocos minutos de que concluyera la temporada.

La sacudida fue brutal para los aficionados más fieles, para aquellos que llegaron con la ilusión de forzar la promoción y se encontraban, poco antes del final, con la cruda realidad: El descenso deportivo a la Tercera División.