Petra Martínez triunfa con «La que se avecina»: «Casi dejo la serie por lo que se decía de mí en redes»

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Manuel Fiestas Moreno

La artista, que da vida a Doña Fina en la ficción de los hermanos Caballero, estuvo a punto de ser la Gallina Caponata en «Barrio Sésamo», se maneja como pez en el agua en Instagram y le encanta que le pidan fotos por la calle. «Ahora con el teléfono y los selfis pienso: «¡Qué maravilla, ojalá haberlo tenido antiguamente!», confiesa

15 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Petra Martínez (Jaén, 1944) tiene 81 años, pero eso es solo lo que pone en su DNI, porque de fuerza y mentalidad continúa siendo muy joven. Aunque ahora ha apartado el teatro «por circunstancias emocionales y de la vida que se juntan», sigue haciendo de las suyas en la piel de Doña Fina, su personaje en la comedia de los hermanos Caballero que ahora estrena la temporada 14 en Telecinco y ha saltado a la gran pantalla con el capítulo 200

—¿Cómo llegas hasta «La que se avecina»?

—Me llamaron y fui. Estuve trabajando con Laura Caballero una escena, pero no sentí que fuese una prueba. Desde entonces estoy feliz con esta serie tan agradable de hacer.

—La serie lleva muchos años, ¿cuál crees que es la clave de su éxito?

—No te lo puedo decir exactamente. Lo que sí creo es que los personajes creados por los hermanos Caballero dan un tipo de comicidad distinto al usual. Son tan enloquecidos que se encuentran situaciones muy al límite y eso gusta, lo normal ya se ve en todos lo sitios. Y las tramas... Yo cada vez que leo el guion de Fina digo: «Madre mía, ¿pero qué hace esta mujer?». Eso tiene mucho aliciente para el público.

—Muchos se la ponen de fondo cuando están en casa o incluso para dormir, es como si les hiciese compañía...

—Me parece maravilloso. Es la sensación de que lo tienes como una parte de tus distracciones diarias. Recuerdo cuando era pequeña que había historias por la noche en la radio y a mí me gustaba oírlas cuando me acostaba y me quedaba dormida pensando en los personajes. Hasta los ponía en situaciones distintas de las que yo escuchaba. Con La que se avecina pasa un poco eso.

—Es la melatonina de la gente joven...

—Oye, pues sería estupendo, porque no tiene lo negativo de la pastilla [risas]. Lo único que puede pasar es que tardes en dormirte, pero... ¡Estoy contigo!

—¿Qué fue lo que más te atrajo por primera vez de tu personaje?

—Que no era la típica abuela buena. Es mala sin esperar nada a cambio. No es que me guste ser malvada en mi vida, de hecho, soy muy pacífica y muy tranquila, pero eso me atrajo. Con la edad hay una cosa que... Fíjate, yo me siento mayor, pero porque ese sentimiento te lo provoca la gente. Sin embargo, solo lo noto en las arrugas o así, porque yo me encuentro muy bien, mi mentalidad no ha cambiado casi nada desde que tengo 40 años. Además, no se crean personajes tan malvados a estas edades.

«De Doña Fina me atrajo que no era la típica abuela buena. Es mala sin esperar nada a cambio»

—Y que también toca la guitarra eléctrica encima del sofá...

—¡Eso me encantó! Doña Fina podría tener 30 años, si no fuese porque la interpreto yo. Lo que nos pasa a las actrices mayores es que estamos muy dadas a ciertas cosas. Cuando me dan un papel y dicen: «¡La abuela!» Ya me pongo en contra. Ponle un nombre y luego ya veremos cómo es, si es una abuela o no... [Risas].

—Es algo que llega enseguida...

—Sí. Son cosas naturales en el fondo. Pero si es una mujer mayor, es la abuela. En cambio, si es un hombre mayor, puede hacer de criminal, traficante...

—¿Crees que a Doña Fina le gusta más vivir en Montepinar o en el nuevo edificio, en Contubernio?

—Yo creo que Contubernio para ella tiene más posibilidades de hacer maldades, con ese patio interior del edificio y con esas diferencias que hay entre ricos y pobres. Está más contenta ahora.

—Jordi Sánchez, que interpreta a Antonio Recio, comentó que la gente lo llamaba por su nombre de la serie. ¿A ti te pasa?

—Muchísimo. Yo voy por la calle y de repente me dicen: «¡Doña Fina!». Y respondo: «¡Sí! ¿Qué quieres?». Pero, primero, soy Petra, y, segundo, no soy mala, soy buena. [Risas]. Es normal, es gente que ve la serie y le encanta. Si que es verdad que, no sé si es porque llevamos muchos años, algunas personas ya se saben mi nombre y apellidos y es gracioso. Al final acaban mezclando el Doña Fina con Petra cuando me hablan.

—En cambio, tu personaje no cuajó al principio entre el público. Fue Alberto Caballero el que te pidió que le dieses tiempo...

—Cuando empecé, mis hijos tenían sus redes, pero yo no tenía ni idea, ni me interesaba. Era ingenua en ese sentido, me creía que era como antiguamente, que sacabas una serie y salía en el periódico o en la radio y nada más. Entonces, alguien me dijo: «¡Te están poniendo ‘Fina filipina’!». Decían que mi personaje era asqueroso. Me sentí tan mal que pensé que iba a estropear la serie, que se estaban metiendo tanto que me odiaban y que hasta me iba a perjudicar a mí. Le comenté a Alberto si sería mejor que me fuese. Él sonrió y me contestó que no tenía importancia, que pronto pasarían a otra cosa. Tuvimos la suerte de que el personaje encajó enseguida.

«Alguien me dijo: «¡Te están poniendo ‘Fina filipina’ en redes!». Decían que mi personaje era asqueroso. Me sentí tan mal que pensé que iba a estropear la serie»

—¡Ahora eres muy activa en Instagram!

—Me hace mucha gracia. Disfruto cuando me comentan si están de acuerdo o no... ¡Es como tener muchos amigos! Pero cuando se meten contigo no te gusta tanto... [Risas].

—También dejas un hueco en tus publicaciones para Juan [Mayorga], tu marido...

—Sí. Cuando vives los 62 años más importantes de tu vida, para mi gusto, en los que escribes, desayunas, paseas con una persona... Yo estaba muy acostumbrada a llegar del rodaje y hablar con él de mis cosas, o que él se fuera a una entrevista y después comentarlo juntos. Ahora, para mí, es muy raro no tener a esa persona tan maravillosa como lo era Juan...¡Me pongo un poquito triste!

—Algunos compañeros admitieron dejar «La que se avecina» porque consideraban que su personaje ya no tenía más recorrido ahí. ¿Piensas que al tuyo todavía le queda?

—De momento, sí. Sobre todo, porque tiene muchas posibilidades de hacer cualquier cosa, hasta de meterse en una banda de ladrones. Puede ser que, aunque yo tenga 81 años y haga más cosas por ahí, entiendo que compañeros que con menos edad que yo y que lleven bastante tiempo, les apetezca en un momento determinado cambiar. La gente a la que le ha pasado eso, después me ha dicho que La que se avecina ha sido un trampolín, como para muchos de otros actores.

 «Entiendo que compañeros dejen la serie porque les apetezca cambiar. A los que les ha pasado eso, después me han dicho que 'La que se avecina' ha sido un trampolín»

—Otro de tus papeles recordados, aunque episódico, fue el de Margarita Sandi en «Los misterios de Laura»...

—Esa serie tiene para mí un recuerdo muy profundo. Fue un capítulo doble donde se iban muriendo los personajes poco a poco. Los actores conseguimos hacer grupo, con uno de ellos me reencontré hace poco y nos abrazamos como si fuésemos de la familia.

—También tu trabajo como Ángela en «Barrio Sésamo». ¿Crees que si llegases a hacer de la Gallina Caponata hubieses pasado más desapercibida?

—Hombre, ¡seguro! Porque no se te veía. Lo de Caponata, que lo hizo maravillosamente Emma Cohen, era un trabajo bestial. Con el brazo derecho levantado tenías que sujetar la cabeza y con el izquierdo llevar un monitor para ver. Cuando hice la prueba con el realizador, Enrique Nicanor, yo no podía. Además, quería que me viera la gente porque le hacia ilusión a mi madre.

—Fue bastante presión, teníais mucha audiencia...

—Cohen no tuvo problemas con eso, el resto, sí. Entonces no había cámaras, los niños te daban un papelito para que les firmases y era un poco incómodo, pero yo le firmaba a todo el mundo. Ahora con el teléfono y los selfis pienso: «¡Qué maravilla, ojalá haberlo tenido en aquella época!». Soy muy pesada repitiéndolo, pero, ¡bendito móvil! Porque la gente te pide una foto y ya. Yo no me siento obligada malamente, sino obligada como actriz. Siempre digo que el público es parte de la producción, porque sin él se acaba todo. A veces, hay momentos en los que me pilla mal. Por ejemplo, si voy a coger el bus y me piden una, tengo que decir: «Perdón es que lo voy a perder». Aun así, me siento muy a gusto haciéndomelas.