GENERACIÓN Z. Nacidos en la segunda mitad de los 90, son arriesgados, atractivos y algo más que prometedores. Saben pelear con mallas de superhéroes, apostar por películas independientes, y pasar de la televisión al cine sin complejos
19 ene 2024 . Actualizado a las 17:12 h.Cuando nacieron, Taxi Driver había cumplido 20 años. ET ya era un clásico. Johnny Depp y Kate Moss eran la pareja de moda, con permiso de Brad Pitt y Gwyneth Paltrow, que se paseaban vestidos casi a juego por todas las alfombras rojas. Las alfombras rojas eran entonces otra cosa. Parecía que las actrices se maquillaban ellas mismas, nadie sabía qué hacía un estilista, y el colmo de la moda de fiesta era un vestido lencero. Hoy, son ellos los que reinan en cada gala, en cada entrega de premios. Tienen estilistas con nombre y apellidos, las marcas se los rifan, cada diseño que lucen, ellas y ellos, abre un nuevo debate. Los vestidos lenceros, parece, han quedado para andar por casa.
Ni siquiera necesita apellidos. Es la reina de una generación nacida a partir de 1995, la mayoría en el 96 o el 97, que triunfa en la televisión, en el cine y en la moda, fuente de suculentos ingresos para todos ellos. Tomemos el ejemplo de Zendaya (California, 1996). Chica Disney, arrasó con la serie Shake It Up, con solo 13 años. Lejos de convertirse en uno de tantos experimentos fallidos de la factoría del ratón, fue labrando una carrera que le permitió convertirse en coprotagonista de Spider-Man: Homecoming, la puesta de largo de Tom Holland (su actual pareja) como el superhéroe. Y tras el taquillazo que supuso el musical El gran showman, llegó la serie Euphoria. Su papel como Rue Bennett, lo más alejado del glamur, los (supuestos) valores Disney, el buen rollo o un perfume de Lancôme (marca de la que es imagen) supuso el espaldarazo que necesitaba por parte de la crítica. Por su asombrosa interpretación, se ha llevado un Emmy y un Globo de Oro. Y espera una tercera temporada.
Más allá de la oscurísima crónica de una pandilla y una generación, Euphoria es una cantera de actores y actrices que comparten con Zendaya generación y éxito. Ahí está Jacob Elordi (Brisbane, 1997) convertido en el ambiguo Nate. Complejo, como todos los personajes de la serie de Sam Levinson, ¿serían esa mezcla de hipermasculinidad e inseguridad patológica la que convenció a Sofia Coppola para convertirlo en Elvis? En el biopic Priscilla, Jacob Elordi es la cara B de Presley, la que padeció su jovencísima mujer durante los años que pasaron juntos. Y aunque su interpretación generó muchos menos elogios que los de la protagonista, que se llevó la copa Volpi, su paso por el festival de Venecia dejó claro que él también es un icono de estilo. Acabó el año con el estreno viral y polémico de la temporada, Saltburn (Emerald Fennell), que se puede ver en Amazon. Y en otra plataforma, Netflix, ha apostado por Elordi otro de los grandes: Guillermo del Toro lo ha fichado para ser el monstruo en su próxima versión de Frankenstein, en la que compartirá pantalla con Oscar Isaac, Christoph Waltz y Mia Goth. Esta, en realidad, es otra de las señas de identidad de esta generación: se han criado en plataformas, en series, y no le hacen ascos a ningún formato. Zendaya es una estrella en plataformas, pero también uno de los personajes claves de Dune, la película de obligado visionado en pantalla grande dirigida por Denis Villeneuve, que este año además estrena la segunda parte. ¿Quién la protagoniza? El niño bonito de la generación Z. Thimotée Chalamet. Elio para los mayores, Wonka para los niños, una revolución en las alfombras rojas, rodó Interestelar para Christopher Nolan antes de explotar todo su talento en Call me by your name, la fantástica película de Luca Guadagnino que le valió una nominación a los Óscar con solo 22 años. De aquel polémico melocotón pasaría a ser Laurie en la muy discutible adaptación de Mujercitas dirigida por Greta Gerwig. Y donde se convertía en el objeto de deseo de una de las actrices con más talento de esta generación, Florence Pugh. Con la que por cierto, va a compartir pantalla en esa segunda parte de Dune donde él, como Paul Atreides, es la estrella.
Cómo hacerlo todo bien
No es una exageración decir que allá por donde pasa Florence Pugh (Oxford, 1996) deja una huella de calidad. Rodó su segundo papel en el cine con solo 20 años. Era Lady Macbeth, un peliculón independiente, una de esas interpretaciones que llevan a preguntarse: «¿Pero quién es esta chica?». Icono del nuevo cine de terror en Midsommar (Ari Aster), Amy en Mujercitas (probablemente lo más interesante de esta versión, que le valió una nominación como mejor actriz de reparto en los Óscar), ama de casa rebelde en la distopía Don’t Worry Darling (Olivia Wilde), heredera de la Viuda negra para Marvel, enigmática amante de Oppenheimer en el último éxito de Nolan, se estrena este año en el universo Dune como princesa Irulan. Imagen de Valentino, es habitual verla mano a mano con Pierpaolo Piccioli luciendo sus diseños más arriesgados.
Pugh solo le lleva un mes a Paul Mescal. Para muchos, este irlandés siempre será Connell, protagonista de la serie Normal People. Una interpretación cargada de silencios y miradas, de pequeños gestos, que le daría un Bafta y una nominación a los Emmy. Despuntó en el cine con una película independiente, Aftersun (Charlotte Wells) de esas que se cuelan sin hacer ruido en la temporada de premios, fue nominado a los Globos de Oro y a los Óscar. En febrero se estrena en España su última película, otra rareza indie, Todos somos extraños (Andrew Haigh), mientras espera el salto a su primera superproducción: ¿Recuerdan a aquel pequeño Lucius honrando a Russell Crowe en la arena romana? Mescal será su versión adulta en Gladiator 2, a las órdenes de Ridley Scott.