María vive a pie de playa: «El verano es para los forasteros, en julio y agosto apenas piso la arena»

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VÍTOR MEJUTO

«Una jubilación de lujo», así lo llama la propietaria de esta casa. Da un paso y está en Espiñeiro, Mera (A Coruña). Cuando le apetece darse un baño, abre la valla que separa su casa del arenal y se dirige al mar. Pero en verano la cosa cambia, tiene que esquivar a cantidad de turistas para llegar a la orilla

04 sep 2023 . Actualizado a las 10:51 h.

María vive en primera línea de playa. Las escaleras de su casa dan a Espiñeiro, en Mera (A Coruña), una playa resguardada, con arena fina y aguas tranquilas. Su jardín está directamente conectado con el arenal que tanto transitan turistas de toda España y los propios coruñeses en los meses de verano. «Es una jubilación de lujo», así lo describe la propietaria de 73 años. Lleva casi media vida viviendo bajo el mismo techo, y no lo cambiaría por nada del mundo. Es consciente de que vivir en estas coordenadas es un privilegio. No hay día que no dé las gracias por tenerlo. Desde niña, Espiñeiro fue uno de sus lugares favoritos, incluso antes de mudarse a la que sería su casa actual.

María ha visto Espiñeiro en todas sus versiones, y, aunque parezca mentira siendo Galicia, los meses de calor son los que menos le gustan. En verano, esta localidad de Oleiros multiplica su población. Las playas de Mera y Espiñeiro son de las preferidas para la gente del interior de la península que escapa de las altas temperaturas. Los veraneantes son, en su gran mayoría, madrileños que tienen una segunda residencia. «Julio y agosto son para los forasteros. Los meses estivales son agobiantes. Los que somos de aquí no descansamos profundamente hasta que los turistas se van», asegura esta amante de septiembre.

ANTES DE MUDARSE AHÍ

María pisó por primera vez la playa de Espiñeiro en 1971. Fue desde el mar, ya que llegó en barca con sus padres. Y se enamoró perdidamente de aquel arenal desde que sus pies tocaron la orilla. Tanto que se convirtió en asidua. Ella también fue «forastera». Solía ir mucho con sus amigas. Vivía en A Coruña, así que iba y volvía siempre que podía. «Cuando no nos daba tiempo por el trabajo, nos quedábamos en Santa Cristina (más cerca de la ciudad), pero, cuando podíamos, veníamos aquí», explica. Quién le diría a María que 17 años después de pisar este arenal por primera vez, estaría viviendo en una de las casas con vistas privilegiadas a su lugar favorito.

En 1988, María se instaló en esta finca con su marido. «Esto no se podría pagar ni con todo el dinero del mundo. Si la vendo, sé que no podría comprarme nada igual», indica. Es consciente, y lo valora, de que despertarse todos los días con el sol reflejado sobre las aguas del litoral atlántico no tiene precio. Para ella cada amanecer, su «momento favorito del día», es diferente al anterior. La ventana de su dormitorio da al mar, de ahí que todos los días se despierte con la misma postal ante sus ojos. La gente le pregunta si no se aburre. Y ella responde: «¿Cómo me voy a aburrir? Eso es que no saben lo que es vivir aquí». Efectivamente, no lo saben. Desde el primer parpadeo del día, la cosa va mejorando a medida que avanza la mañana. No es lo mismo disfrutar de las vistas desde la arena rodeado de voces y conversaciones ajenas que hacerlo escuchando el canto de los pájaros revoloteando alrededor de los árboles: «Desde aquí, no escuchas nada».

En las playas de Mera y Espiñeiro hay muchos barcos y veleros que atracan cerca de la orilla para pasar la jornada. Los propietarios de las embarcaciones también son privilegiados. Desde el mar observan a lo lejos la cantidad de toallas y sombrillas que ocupan todo el arenal. Mientras que ellos disfrutan de la tranquilidad del oleaje, María observa desde su casa aquellos barcos, pero no siente ningún tipo de envidia. Ella puede moverse con total tranquilidad desde su jardín: «Si me apetece, bajo a darme un chapuzón y vuelvo a subir». Asegura que en los meses de julio y agosto es lo mejor. «Los de Mera disfrutamos de la zona cuando los turistas se van. Pasé veranos sin apenas salir de la finca para evitar el tumulto de visitantes», confiesa. Entiende que la gente elija esta parte de Galicia para veranear. Sin embargo, para ella los turistas de ahora son muy diferentes a los que solían instalarse en el municipio cuando ella era joven: «Perdió mucho encanto, antes era más familiar». Madrileños siempre hubo, pero cree que el de ahora no es un ambiente tan cercano como el de antes.

VERDADERA TRANQUILIDAD

Para María, lo peor de las aglomeraciones en verano no es el poco espacio en la playa, eso a ella le da un poco igual, ya que prefiere protegerse del sol por cuestiones de salud. Lo que verdaderamente le incomoda es la falta de tranquilidad causada por la cantidad de gente que elige Mera para pasar sus vacaciones, que equivale a ruido por todas partes. Por eso, aunque no pueda dar paseos por la playa, aprovecha para hacer senderismo por los montes que hay en los alrededores. «Busco otras formas de disfrutar de la zona que no tengan que ser necesariamente la costa», comenta.

Y cuando no están en la playa, ¿adónde van los turistas? Cuando empieza a caer la noche, las playas se vacían y los veraneantes buscan el mejor mirador donde poder ver el atardecer. Otra cosa de la que María se priva en verano es de las puestas de sol desde el conocido faro de Mera. Desde su casa no puede ver esconderse el sol por la forma en la que está situada su finca, por eso le gusta ir al faro: «Hay demasiada gente, con tantas voces no disfrutas de la tranquilidad de esta maravilla», apunta.

Pero ahora en septiembre la cosa cambia, y para bien. Mera se vacía y los «forasteros» se vuelven a sus respectivas comunidades. María recupera sus salidas y aprovecha para hacer todos los planes que se perdió en los meses de julio y agosto. Sus días son más completos: se levanta a las siete para disfrutar del amanecer desde la cama, si le apetece se va a dar un paseo por la orilla para darse un «chapuzón», junto con Toby, su perro, se vuelve a casa para cuidar de sus plantas, y ahí pasa el día hasta que por la tarde sube al faro para despedir el sol que esa misma mañana vio salir. Y confiesa que no necesita nada más para ser feliz.

Además, María tiene como hobby la fotografía. Desde joven siempre va con la cámara a cuestas para hacer un retrato de todo aquello que le llame la atención. La mayoría de sus recuerdos hechos fotos son desde su casa. Y cómo no iban a serlo, si todas las mañanas se despierta con una postal de libro ante sus ojos. Es inevitable tener esa imagen delante todos los días y no inmortalizar el momento. Y aunque lo pueda parecer, ninguna es igual que la anterior: «En una hay un barco, en otra una gaviota sobrevolando el mar, en otra salen las flores de mi jardín con la playa de fondo, y muchas más».

Junto a ella, en la casa familiar también vive Toby, un perro de 11 años que disfruta como uno más del lujo de vivir a tan solo unos metros de Espiñeiro. En septiembre baja a bañarse con María, y de paso, se da un paseo por la playa. Y mientras su dueña se da un chapuzón, Toby se queda a cargo de otra persona que ande por la playa en ese momento. «Mera es una comunidad muy familiar, todos nos conocemos, y ahora cuando se vacía de turistas, todo vuelve a su cauce», comenta. Por eso, la mejor temporada para este vecindario acaba de comenzar. ¡Bienvenido septiembre! El mes en que pueden disfrutar plenamente de la playa tanto ella como sus amigos.