Víctor y Marina, dos meses de tonteo por chat: «¡Oye! Va a terminar el verano y todavía no nos hemos visto»

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Esta no es la típica historia de amor. Desde el primer día que se conocieron a la luz de la luna y con una «cervecita» en mano, ya supieron que tenían que aprovechar hasta el último momento que estuvieran juntos. Ambos sabían que el verano estaba llegando a su fin

23 ago 2023 . Actualizado a las 12:50 h.

«Tú y yo, ¿qué? Va a terminar el verano y todavía no nos hemos visto», fue el mensaje que le mandó Marina a un chico que había conocido en Tinder. Ese chico se llamaba Víctor, quien con anterioridad había mostrado interés en ella al reaccionar a una foto que había subido a su Instagram. ¡Alerta spoiler! Ahora son novios y llevan dos años de relación. Ella es de Ibiza y él de Málaga. La isla fue el punto de partida de esta historia de amor (sin contar la red social para encontrar pareja). Pero de no haber sido por el mensaje en plan «fuckboy», como dice ella, que le mandó Marina a Víctor aquel día de verano, aquí no habría historia que contar.

Víctor, de 27 años, es chef en Ibiza. Y ella, de 26, es periodista y trabaja en el periódico local de la isla. Se conocieron en el verano del 2021. En aquel momento, la joven acababa de terminar la carrera de Periodismo y no encontraba empleo de lo suyo, así que empezó a trabajar como hostess (quien da la bienvenida a los clientes) en un hotel de la zona. «Al ser de ahí, siempre trabajaba los veranos en hostelería, así ganaba dinero para irme a estudiar a Madrid al final de la temporada», explica Marina. En paralelo, Víctor llevaba años también en el sector como temporero. Ambos solo pisaban Ibiza en temporada alta, independientemente de que ella fuera originaria de allí.

Ese verano en concreto, Marina había decidido usar Tinder en su ciudad natal. Hasta entonces no acostumbraba a hacerlo porque entre los ibicencos todos se conocen. En Madrid era diferente, ahí sí lo utilizaba más: «Me daba menos pudor, ya que era más anónima». Sin embargo, un día de principios de junio decidió activar su ubicación cerca de su casa balear. Así hizo match con Víctor. Tras intercambiar un par de mensajes, decidieron darse el Instagram. Siguieron hablando por la red social durante unos cuantos meses, pero nada intenso. «En ese momento me daba pereza quedar con personas random que no conocía de nada», explica Marina. Y no solo eso, a los dos les resultaba complicado quedar con el gran ajetreo de trabajar en hostelería. «Hablábamos para vernos, pero nunca coincidíamos», añade él.

«Al principio me daba vergüenza contar que lo había conocido por Tinder, pero ahora lo cuento con orgullo. Es decir, es bonito que de una aplicación de partida tan superficial puedan surgir historias de amor verdadero», confiesa Marina. Y tanto que fue así. Todo empezó por un match (término que se usa en la aplicación cuando las dos personas se dan me gusta mutuamente). Sin embargo, la cita real no se dio hasta pasados dos meses, después de aquel mensaje que le envió Marina a Víctor en aquella madrugada del 2 de septiembre del 2021.

Eran las doce de la noche. El chef acababa de salir de trabajar cuando se le encendió la pantalla del móvil a causa de una notificación. Marina le había mandado un mensaje a raíz del interés de Víctor. «Había visto una foto de ella en la que me gustaba cómo salía y le reaccioné con un emoticono», explica Víctor. Así que Marina no se anduvo con rodeos y le planteó una cita. Y él respondió: «Si quieres me acerco adonde estés y nos echamos una cervecita». Le compartió la ubicación y se reunieron media hora después.

Ahí fue cuando realmente empezó todo, al límite de terminar el verano. Por suerte, en Ibiza la temporada se suele alargar hasta octubre. Los jóvenes tenían un mes para conocerse.

La misma noche que quedaron por primera vez se tiraron hasta las tantas hablando sin parar. «Estuve supercómoda, para mí ese día empezamos a ser novios», confiesa Marina. «Fue una cita superbonita», le sigue Víctor. Cuentan que a los dos días volvieron a quedar. Y a la semana ya se habían presentado a todos sus amigos. «No fue gradual ni progresivo, fue de la nada a todo», añade ella. Pero claro, ambos eran conscientes de la situación. Marina se decía a sí misma: «Estoy conociendo a un chico que no sé ni lo que va a hacer cuando termine el mes». Es más, ni ella misma sabía si se iba a volver a Madrid o si se iba a quedar en la isla.

UNA LOCURA del 1 al 10

La joven le propuso a una amiga hacer un viaje al terminar el verano: «Es algo habitual entre los temporeros. Cuando termina septiembre, hacemos un viaje a algún sitio». Pero no se dio. «Mis amigos tampoco movían ficha», apunta él. Así que se plantearon irse juntos. El plan era bastante atractivo: un mes y medio en Costa Rica. Cabe mencionar que cuando lo hablaron, la pareja tan solo llevaba dos semanas conociéndose. Cuando Marina se lo dijo a sus amigas, «fliparon». Les preguntó: «Del 1 al 10, ¿cuánto de loca estoy si me voy con este chico que apenas conozco a otro continente tantos días?». Independientemente de que las amigas estuvieran o no de acuerdo, la pareja se compró los billetes para irse todo el mes de noviembre al paraíso. Y no les fue nada mal. Para ambos fueron unas semanas de ensueño. «Nos recorrimos todo el país», cuenta Marina. Ese viaje fue la prueba de fuego. Dos meses después de haberse conocido, se lanzaron a la aventura de «cruzar el charco» y vivir una experiencia única. «En ese viaje vimos lo malo y lo bueno de cada uno». Y, tras conocer el paraíso, decidieron apostar por la relación. «Nos quedamos con ganas de más», revela Víctor.

Alargaron su verano, como si de un chicle se tratara, hasta mediados de octubre. Sin duda, lo aprovecharon bien. En esos días se enamoraron perdidamente el uno del otro. Pero como todo amor de verano, llegó la hora de separarse y de que cada uno volviera a sus rutinas. Marina a Ibiza y Víctor a Málaga. Tuvieron una relación a distancia hasta el mes de mayo, cuando el joven volvió a las Baleares como de costumbre. Sin embargo, esta vez estuvieron juntos desde el principio. No iban a desperdiciar otro verano.

No llevaban ni un mes desde que se reencontraron después de su última travesía, cuando ya se habían planteado otra vez viajar al otro extremo del mapa. «Unos amigos se iban a ir a vivir a Australia cuando terminara el verano, así que le propuse a Víctor irnos con ellos. Y como Víctor se apunta a un bombardeo, dijo que sí», cuenta Marina. Compraron los billetes también para noviembre, y, mientras organizaban el viaje, esta vez sí disfrutaron juntos de la temporada.

En esta ocasión, el equipaje era para unos nueve meses como mínimo. Si lo anterior ya era una locura, esto ya ni se pregunta. Sin embargo, estos jóvenes tienen claro que «la vida son dos días». A Víctor se le terminaba el trabajo al final de la temporada, pero Marina tuvo que dejar el suyo. Se iban con el visado y nada más: «Por el resto no había plan, ni empleo, ni casa». Sobre la marcha.

El avión tenía como destino Sídney. Finalmente, compartieron piso con los amigos con los que fueron. Estuvieron seis meses en el continente. De una ciudad para otra, cambiando de casa constantemente. «La experiencia nos hizo pasar por un pequeño bache en la relación. No estábamos ninguno de los dos en nuestro mejor momento a causa de las complicaciones para salir adelante ahí en un país que no era el nuestro, y eso repercutía en la relación», apunta Víctor. Cuando llevaban seis meses, se quedaron en la calle: «A seis días de que nos echaran de nuestro último piso, metimos todas nuestras cosas en un Ford Fiesta de segunda mano que teníamos y nos fuimos a recorrer la costa». Así estuvieron dos semanas, «en plan hippie», confiesa. Hasta que decidieron volverse.

El punto de encuentro

Llegaron en junio, y de nuevo, pasaron otro verano en Ibiza. Ya van tres. La pareja tenía planes de buscar un piso para ellos dos solos, aunque aseguran que encontrar alojamiento en Ibiza es complicado, por eso, mientras tanto, viven con los padres de ella. Esa es su situación actual. De nuevo, ella está trabajando en el mismo periódico en el que estaba antes de irse a Australia, y él se gana la vida como chef en villas privadas.

Son dos jóvenes espabilados, su vida es una aventura, siempre en movimiento, con sueños en el horizonte. Cuentan que ya tienen otro viaje planeado a Vietnam y Camboya, también para el mes de noviembre. Pero, como siempre, cogerán los billetes con un mes, o menos, de antelación, algo que ya se ha convertido en un ritual para esta pareja viajera.

Ibiza es su punto de encuentro. Donde surgió la chispa es también el lugar al que siempre vuelven para reunirse. Son, como el amor, impredecibles, excepto en verano, ahí sabes dónde los vas a encontrar.