La gallega que triunfó en la televisión de Japón

ALEJANDRA CEBALLOS LÓPEZ / S. F.

YES

MARCOS MÍGUEZ

Su plan era pasar un tiempo en el extranjero. Se fue a perfeccionar un idioma, pero justo antes de regresar a España hizo un «casting» y la cogieron. Trabajó siete años en la televisión

07 feb 2023 . Actualizado a las 10:38 h.

Begoña Villamarín Fraga (Nigrán, 1976) es gallega, pero siempre tuvo una conexión muy fuerte con Japón. Su tío César Fraga era misionero salesiano en el país nipón, y desde que ella era muy pequeña, se acostumbró a los extranjeros que llegaban con el hermano de su madre.

A los 14 años visitó el país del sol naciente por primera vez. Aún no lo sabía, pero la vida la llevaría a pasar una larga temporada allí. Estudió idiomas, se graduó en inglés, francés y, por supuesto, japonés. A los 24 años quería más, así que decidió embarcarse en una aventura para perfeccionar su japonés en la Universidad de Tohoku (Sendai, al nordeste del país) y de paso introducirse en la cultura. «Mi plan era estar un año y volver, pero al final viví cerca de once años allí», relata.

Al principio no fue nada fácil. «No hay nada que tú veas y te haga sentir en terreno conocido. Tienes que borrar todo lo que hasta ahora te parecía lógico. Si habías aprendido que uno más uno eran dos, pues ya no. Hay que ser un lienzo en blanco y empezar de nuevo a interactuar, cuestionarte, saber que no necesariamente tienes razón», reflexiona Begoña.

Los códigos sociales marcaron sus días en el país nipón. «Mientras aprendes a interactuar con ellos, es muy probable que te lleves un fracaso. A lo mejor te acercas muy efusivamente a alguien y ves que se aparta», dice, mientras recuerda sus primeros acercamientos a los japoneses.

También menciona las diferencias a la hora de conversar: «Para decir las cosas, nosotros vamos en línea recta, ellos serpentean para ver cómo te sientes. Son mucho más sutiles, leen tu expresión. A nosotros nos gusta el enfrentamiento. Allí es al revés, siempre buscan los puntos en común, tener un buen clima… Lo llaman leer la atmósfera. De hecho, el verbo va al final en las oraciones, y de acuerdo a cómo te vean, cambian un poco el final de la frase. Siempre quieren que estés cómodo», explica.

Ella no solo logró adaptarse, sino también introducirse en la cultura. «Yo al final vivía en una familia japonesa», dice. «Al finalizar el año de estudios, me mudé a Tokio, empecé a trabajar en una empresa, pero sentía que no se alineaba con lo que quería. Así que también lo dejé, y comencé a trabajar en un restaurante», narra.

Se enamoró de la gastronomía, del orden e incluso de los baños. «El aseo allí es una cosa cultural. No te duchas por la mañana, con prisa, sino por la noche, en unos habitáculos fuera, y luego te sumerges en unos baños de agua caliente. Es un momento de relajación, incluso de estar en familia, de frotarle la espalda a tu pareja, por ejemplo», cuenta. También se acostumbró a los rituales, a comer en silencio para disfrutar de la comida, a mirar el calendario para buscar el mejor día para mudarse e incluso a tener un guía a la hora de encontrar vivienda.

Aun así, al cabo de tres años, Begoña creyó que ya estaba lista para volver. «Sentía que ya había cumplido mi objetivo, tenía un muy buen nivel de japonés —había aprobado el examen máximo— y no veía que pudiera hacer más», relata. Antes de regresar, sin embargo, mientras trabajaba en el restaurante español, La Begoña, unos clientes se le acercaron y le propusieron participar en un casting para un programa de la NHK, el canal japonés de contenidos educativos. Se presentó por probar.

M. Moralejo

Aun así, envió sus cosas a España en barco y vino a visitar a su familia por Navidades. Creía que volvería definitivamente, pero la llamaron para el programa y aceptó la oportunidad. «Incluso mis padres, que estaban muy felices de que regresara, me apoyaron con la decisión», recuerda. Así comenzó su aventura en la televisión. Presentaba un programa para aprender a hablar español donde, además, explicaba cosas básicas de la cultura española y latina. «Era muy gracioso porque la gente me conocía en la calle como Begoña Sensei, que significa ‘maestro’», relata.

El programa se emitía los jueves y llegó a tener audiencias de un millón de espectadores. Begoña se convirtió en la cara de la cultura hispana y latina en Japón. También adaptaron una versión para la radio, donde se emitía todos los días.

El formato se dividía en varias secciones. Primero, daba una lección de gramática, luego simulaban estar en una clase con diferentes personalidades de la farándula japonesa, y los últimos años, también incluían reportajes de viajes de Begoña a país natal, donde contaba más sobre España y sus tradiciones. «Entrevisté a Alejandro Amenábar, Javier Bardem, Clara Lago, David Bisbal, Iñárritu... personas que en España no hubiera conocido. Ellos venían a promocionarse y el programa era una ventana para los japoneses interesados en la cultura hispana», explica.

El trabajo perfecto

Justo cuando estaba en la cima de su carrera como presentadora decidió volver. «Mis amistades me decían que no tenía sentido, pero era una decisión que había tomado. Ya había pasado muchos años allí, soy hija única, y al final yo sabía que quería vivir en España. Tenía sentido regresar, cuanto antes, mejor», explica.

Así que hizo sus maletas y volvió. Se dio un tiempo para a adaptarse, porque tras once años, ya había interiorizado mucho de Japón en sus costumbres. «Vine sin tener un trabajo, pero muy convencida de que lo que quería eran unos meses de adaptación, sobre todo para interactuar con la gente. Al principio, por ejemplo, me enfadaba por tonterías, por el orden, o sentía que invadían mi espacio personal», recuerda con gracia.

Pero así como logró adaptarse a Japón, se acostumbró de nuevo a España. Estuvo un tiempo sin empleo hasta que llegó el trabajo perfecto. «En Inditex iban a abrir la tienda online en Japón, así que era perfecto alguien de aquí, que además controlara tan bien el idioma. Era mi forma de seguir en contacto con la cultura. Incluso fuimos a un viaje para el lanzamiento y, al principio, la gente me paraba por la calle y me preguntaba si era Begoña Sensei, me pedían autógrafos. Mis amigos me decían: ‘Pero, ¿quién eres?’», dice riéndose.

Tras casi once años de su regreso, sigue agradecida con los aprendizajes de su viaje. «Entiendes que hay varias maneras de pensar, de ver la vida y de hacer las cosas, y que ninguna tiene por qué ser más válida que otra. Hoy sigo intentando crear un buen ambiente con la gente», dice.